
Veo siluetas en la oscuridad,
se mueven lentas, sin claridad.
Se contonean con paso pesado,
en el vaho espeso, todo nublado.
¿Quiénes serán? No puedo saber,
no tendrían piedad, no saben ceder.
Solo danzan al ritmo imperfecto
de un diapasón viejo, roto, defecto.
Palabras calladas, jamás escritas,
verdades ausentes, promesas marchitas.
Y las sombras crecen, largas, flotando,
siguen bailando, siguen girando.
Quizás una música suene en su juego,
que nadie oye, ni siente su fuego.
La noche se extiende, todo lo traga,
lo claro se esfuma, la duda se alza.
Lo que conocías, ya se transforma,
en algo que asusta, que no toma forma.
Y tú te preguntas con miedo en los ojos,
quiénes son esos que juegan con enojos.
Juegos extraños, sin reglas ni guía,
juegos que exigen tu mente vacía.
Y el cuerpo te cede, el alma se apaga,
ya no resistes, el sueño te embriaga.