
Praderas infinitas,
Que se pierden en el horizonte,
Verde que daña la vista,
Montañas de cumbres nevadas,
Arroyos que serpentean,
Entre pedregales de musgo,
Tapados por rosales salvajes,
Que crean túneles,
Limpios solo donde el agua pasa,
Flores infinitas, de infinitos colores,
Arboles de frutos de todos los sabores,
Albahaca que lleva mi olfato de su brida,
Hierbabuena que esparce por todos los lugres,
La esencia más agradable de todos los lares,
Amarillos limones,
Colores naranjas,
Verdes peras,
Y gordos melocotones,
Y la brisa, que acaricia,
Mi rostro, y sonrío,
Como si fuera un niño tonto,
Maravillas que veo,
Que dentro siento,
Pero abro los ojos,
Solo la ventana abierta,
A y a pocos metros, enfrente,
La húmeda pared,
Llena de meados recientes,
El vecino que no saluda,
La pareja borracha,
Que vomita en la calle,
Y el ruidoso coche que pasa,
Cierro la ventana,
Cierro los ojos,
Pero ya no hay montañas,
Solo tristeza y añoranza.