
El aire se llena,
De colores de locas quimeras,
Que pensamos los hombres,
En nuestras locas ideas,
Inventamos a seres increíbles,
Para no como cerdos sentirnos,
Somos, en nuestra mente,
Lo mejor de la gente,
Mientras robamos,
Matamos o violamos,
Y nos miramos en el espejo,
Que nos devuelve nuestra galanura,
Mientras al lado,
Un ser asqueado,
Llora tras ser violado,
Ángeles son en su careta,
Detrás, solo viscosos demonios,
Con sexos que quieren,
Reventarlo todo,
Con garras de arpía,
Para quitar todo día a día,
Con brazos enormes,
Para romper a los pobres deformes,
Que solo comer quieren,
Y desde sus tronos,
Ven como los esclavos paren,
Entre la inmundicia que el día trae,
Y más carne, más cuerpos,
Que trabajarán hasta muertos,
Comerán las heces de las ratas,
Mientras ellos dilapidan,
Lo que nadie comprende,
Y el primate ignorante,
Vende a su hija para carne,
A su hijo a la máquina,
Y limpia la suciedad,
Que los amos derraman,
Y todos callan,
Como perros los tratan,
Y ellos ni ladran,
Una mísera moneda,
Y el mono salta,
Y cuando miro,
Pensando en que pasa,
Al cabo asiento,
Pues si callan,
Será que lo merecen,
Arrastrar su vida,
Tras del que les roba el alma,
Y miro al cielo,
Buscando a ese creador,
Que, si creó esto,
Creo que no es un buen dios,
Y continúo caminando,
Odiando al que hizo,
Que mi pobre mente,
Vea claramente,
Lo que sucede a mi gente,
Y los vuelvo a mirar,
Si alguien hay que matar,
Es a alguien como ellos,
Sacudo mi incrédula mente,
Y lloro con la cabeza gacha,
No hay dios, que esta vida,
Haya podido crearla,
O quizás si, que no lo sé,
Pero si existe, me asusto,
Tengo un miedo que mata,
Al pensar, que cuando muera,
Será el que me juzgará,
Aquel que creó este mundo,
Donde sin sentido se mata,
Donde el más, no es el mejor,
Donde el pecado es señor,
Y pido, ruego, hasta llorar,
No quiero infierno,
Ni paraíso tampoco,
Solo quiero desaparecer.