
Noches oscuras,
de claros velados,
que miran a tientas
los coches callados.
Los faros recorren
calles sin abrigo,
donde anida el frío,
y el miedo es testigo.
Allí se ocultan
brumas que condenan,
lugares cerrados
que el alma envenenan.
Morada de fieras,
nacimiento de viajes,
a mundos extraños,
y oscuros pasajes.
Se agitan los sucios,
los seres torcidos,
esquinas partidas,
por vicios hundidos.
Los niños del día,
castigo y desprecio,
se vuelven demonios
al caer el silencio.
Pequeños camellos,
en nada son buenos,
niños malcriados,
de rostros morenos.
Cuando nacen sombras,
surgen colmillos,
pardos y sucios,
que muerden pillos.
Y los borreguitos,
que se creen valientes,
acaban en bocas
de dientes hirientes.
Parada de coches,
papelina en mano,
y una sola frase:
¿Coca o marrón hermano?
Y vienen los sueños,
con precio y con dueño,
pagados al cuerpo,
comprados sin empeño.
Los sexos despiertan,
se abren, se tensan,
que algunos desean
aunque cuesten penas.
Por un sueño breve,
se ofrece la carne,
por tener un instante
que el alma desarme.
Y al llegar la aurora,
ya no queda nada,
solo algún cadáver
en calle mojada.
No hay noche buena,
ni paz en el puerto,
si en esa jornada
no hay al menos un muerto.