Los Viejos. Eso de ser un puto viejo

Puede ser una imagen en blanco y negro de 1 persona, fumando, banco, calle y cordón de vereda

Eso de ser un puto viejo, que nada, que sigo…

Volviendo a lo que estábamos, por si no se recuerda, lo de que porquería es ser viejo, o algo similar, que al final a buen entendedor…pues eso.

Recordaba algunas de las situaciones en las que una persona con el paso de la edad, pasa a ser algo como pesado, más cansino, menos soportable, a la vez que inútil, aburrido y además huele mal, lo que se llama entre los que no son, “aquí huele a viejo”, denostable frase, que hiere a aquellos que solo han cometido el pecado de sobrevivir día a día a la muerte, cada vez más ansiada, y que termina con la medio sonrisa del que sabe que el que raja, al final, pasa también por el aro, o…sonrisa completa… no llega.

Pero dejemos las diatribas y centrémonos en lo disperso, que ahora me toca hablar de uno de los puntales básicos, sino el más, de la sociedad, de la familia, de la vida misma, los hijos… ahí queda eso.

Pues bien, como apuntaba, los hijos, esos seres pequeños, adorables, que a pesar de los quebrantos, de las miserias, de los dolores, las estrecheces, los sofocones, hacen que todo merezca la pena en esta vida… ¿todo?, piano, piano, estructurémonos, esos que he comentado, ¿son los mismos que nos visitan solo cuando se les cae la cara de vergüenza?, ¿aquellos que amparados en nueras terribles, hablan de viejo y no de padre?, ¿esos que si no tienen dinero, o aun teniéndolo, lo piden como si fueran cuervos?, ¿esos que nos endiñan a los nietos, (futura generación), para que los cuidemos?

Si, supongo que son esos, los mismos que cuando hablábamos de ellos no nos cabían las palabras en la boca, los que mimamos quitándonos la comida de la boca, los caprichos, cuando no la necesidad, para que ellos malgastaran sin tiento, los mismos a los que dimos las oportunidades que no tuvimos, dejándonos el alma en el camino, y que ahora nos miran con la sonrisa, de “Papá, tú que vas a entender”, y nosotros, miramos, callamos, y pensamos, “todavía te pego una hostia que tienen que buscar gente para pararte”, y sonreímos como si fuéramos subnormales de baba.

Lo peor, es cuando nos la meten, y confunden la generosidad, el cariño, el amor, con pensar que eres tonto de encefalograma plano, e inviertes en sus nefastos negocios, asientes ante él enredo en que te meten, o haces lo que nunca hubieras hecho ni aunque te pagaran, esa es la paternidad, seas varón o mujer, qué más da, que tanto se puede ordeñar a un padre como a una madre, es el único caso de conjunción en aprovechamiento lechero.

Y te haces el tonto, tu, que has hecho relojes de palo que dan la hora, que has hilado más que siete viejas, que tienes más tiros pegados que la bandera de la legión, tu…el imbécil que suspira cuando se marchan, ufanos de sus conquistas, y te quedas esperando que si van a tu casa no sea por quedarse el pequeño piso, que por fin, mil años después, está pagado.

Miras a la ventana, el día es frio gris, triste, hueco, vacío, aunque tus ojos te quieran decir que luce el sol, porque miras la ventana, pero solo ves tu corazón, gris, triste, hueco, vacío…

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