
Se pierden los días,
En la nebulosa de la vida,
Se escapan entre nuestros dedos,
Como si quisiéramos tomar,
El agua entre ellos,
Y amos de todo,
No somos dueños de nada,
Pues el amo inexorable,
Es el tiempo que nos marca,
Reyes, dictadores, barrenderos,
Nadie es el último,
Nadie el primero,
El tic tac suena,
Todo es somero,
Nada vale lo perdido,
Tampoco lo atesorado,
Las manillas del reloj,
Todo se lo han llevado,
Convertido en cicatrices,
Las tersas y suaves pieles,
Los labios se han arrugado,
El destino, el tiempo,
Sin cambiarnos,
Nos ha cambiado,
Y al final,
En ese mísero instante,
Todos somos iguales,
Ante lo que tenemos delante,
Que, con su boca desdentada,
En la que ya no queda carne,
Sonríe, mientras que su huesuda mano,
Nos llama,
Como si fuéramos,
Lo que al final somos,
Solo eso, ganado.