La lluvia persiste con su tintinear,
golpea el tejado, lo hace temblar.
Gotas pesadas caen con estruendo,
mientras el viento silba su cuento.
Bajan por viejos y oscuros canales,
siguiendo la senda de musgos fatales.
Fluyen en ríos de fina corriente,
buscando su rumbo, su cauce latente.
Caminos de agua, de ciegos senderos,
que avanzan sin pausa por surcos severos.
Guiados tan solo por la pendiente,
se entregan al río, de gris transparente.
El lodo se va, se pierde en la brisa,
su sombra se borra, su huella agoniza.
Recodos, barrancos, rocas y arena,
todo se vence, todo se ordena.
Y al fin, su destino, su ocaso final,
se entrega a las olas, se funde en el mar.