
Días de truenos, cielos cubiertos,
grises perpetuos, vientos despiertos.
Nubes cargadas de lluvia y estruendo,
aguas que caen sin fin ni remiendo.
Días sin sol, sin su tibieza,
extraña ausencia, cruel sutileza.
Momentos oscuros que al sur desvelan,
con lluvias que ríos y suelos anegan.
Semanas de aguas, furia en torrente,
ciudades sumidas en un cauce hiriente.
Los rostros morenos ya han palidecido,
pues el sol se ha ido, se ha retraído.
Macilentas caras imploran su luz,
esperan ansiosas su tibia cruz.
Saben que vuelve, pero no cuándo,
y el alma en pena se va apagando.
Y en esos días de sombra y frío,
se muere el gozo, se ahoga el brío.
Todo anegado de gris opaco,
mientras el sol se oculta, parco.