Los Viejos. Que puta es la vida del viejo

Que puta es la vida del viejo.

Me ratifico, que puta es la vida del viejo, si, más que puta, toda la vida trabajando, algunos, la mayoría, pensando que sería la época en que podrían disfrutar de una vida más digna, más tranquila, más sana, hasta quizá, algunos en su mundo, pensarían que más opulenta.

Nada de eso es cierto, lo prometido mentira, de lo que debíamos de ganar, de lo que nos prometieron, apenas si queda constancia en lo escrito en una barra de hielo puesta al sol en verano, leyes torticeras, decretos voraces, reponer lo dilapidado por otros, y si, francamente, se queda en nada, que pregunten si dudan; eximo de ello, a los hijos de la gran puta, que lo han sido toda su vida, y que de las formas más execrables del mundo obtienen, incluso en esos momentos, fortunas mensuales, pero eso es digno de otra historia.

Puestos ya en la miseria, se coge durante un tiempo, la estela de la felicidad más mentirosa, no hacer nada, y eso es lo que haces, porque a pesar de todo, el cuerpo, castigado por esos años en los que como burro te dejaste hasta el alma, se muestra como algo que apenas si tiene vida.

De sexo no hablamos, el tiempo de criar pasó, el que afirme que lo hace muchas veces, que siga diciéndolo, y el que no lo hace, que lo diga también, no pasa nada. A más de eso, la juerga, si, la juerga, ¿Qué mierda de juerga?, el cuerpo esta tan destruido, que para pasar a esa fase que te permite divertirte, te das cuenta, si eres inteligente, que te falta nada para ser alcohólico, y si no lo eres, las resacas, parecen algo aún más grande, algo que creías imposible.

Echas de menos estar ocupado, paseas, echas de comer a los pajaritos y su puñetera madre, saludas a los gilipollas de siempre ahora tan viejos como tú, y que además de ser malos de pequeños, ahora con la edad se convierten en alimañas… posiblemente como tú.

Entras en la etapa de que si no me miro yo, quien me va a mirar, además con la correcta percepción de que tienes que descubrir cualquier enfermedad, dolencia o quebranto, con un mínimo de seis meses de antelación, que suele coincidir con el tiempo en el que te darán cita para el especialista, eso sí, siempre estarás cargado de medicinas, de tal forma que la farmacia será el epicentro de tu vida de donante de miedos.

Comienzas a darte cuenta de que el mejor médico, aunque no tengas ningún conocimiento, eres tú, pues los de las SS, te mirarán, y sin más, a pesar de tus indicaciones, paracetamol y mucha agua, y viejo a tomar por el culo, así que te estudias, basándote en san google, en tus amigos, que ya han pasado de todo, y en lo que oyes de las vecinas cuando cascan, cosa que hacen continuamente, acerca de las bajas en la comunidad y que lo son porque se equivocaron…

Concluyendo, cualquier cosa es mejor que los médicos, que mejor es querer que poder, tú no puedes, ellos no quieren… ¿cómo le ponemos al niño?

El caso, el acojone, siempre preocupado, sabes de tus goteras, cuando hablan de que el hombre de setenta en la nueva madurez, te dan ganas de afeitarle la entrepierna a los inteligentes como si fueran gorrinos, el caso, es que te sientes solo, abandonado, obviado, y te das cuenta de que solo eres un despojo, y esa cabeza, que en algunos casos era tu orgullo, te susurra en voz baja, pero con consistencia…”ya es hora de irse”

Y se te queda en la cabeza, como un soniquete relleno de hiel, ¿Y para eso he dejado mi cuerpo y mi alma trabajando?

Quizás continúe rajando, no lo sé, tengo tantas cosas que hacer…

Pedro Casiano González Cuevas, en el quinto día del año de Nuestro Señor de dos mil y veintitrés.

Nota al pie. Es que soy un piquillo antiguo, ¿se nota?

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