
Malditos bancos,
paridos del llanto,
de una perra vil,
de un mundo en espanto.
Nada producen, nada construyen,
pero a la ruina pronto destruyen,
a quien se atreve a no obedecer,
a quien no quiere su yugo tener.
Perros falderos, de aplauso fácil,
sirviendo al amo, servil y dócil.
Ladrones de vida, buitres sin alma,
hienas que dejan la tierra en calma.
Malditos seres, viles, ruines,
sin padre cierto, sin madres fines.
Ojalá un día la muerte os ladre,
y os hunda el polvo, sin luz que os cuadre.
Vivís del pobre, su ardiente frente,
robáis sus manos, su esfuerzo urgente,
y cuando azota la tempestad,
del propio pueblo llega piedad.
Espero el día, la hora oscura,
cuando haya infierno y gran censura,
y allí me encuentre, solo esperando,
por veros todos, allí penando.