
Luz tapiada tras la densa persiana,
que todo oculta, que todo emana.
Impide al mundo tornarse en horda,
mantiene el alma cerrada y sorda.
Sala pequeña, repleta de cosas,
de almas cansadas, de sombras rosas.
Mil elementos, revueltos, dispersos,
como las aves en giros inmersos.
Estantes llenos, poco distantes,
cargados todos de cosas errantes.
Inútiles pueden parecer su esencia,
mas son sagradas por su presencia.
Son los recuerdos que el alma abraza,
testigos mudos de aquella añoranza.
Todo en su sitio, todo en su empeño,
forman el mundo de un solo dueño.