
Hoy me juré, firme y callado,
no escribir más, ya está cerrado.
Y sin embargo, aquí me hallo,
pluma en la mano, fiel trabajo.
Niego el impulso, mas persiste,
el alma en versos se resiste.
Escribo y siento que descanso,
que hallo la paz que un día alcanzo.
Mas ya no temo, no me asombra,
si la ira en mi pecho alfombra.
Pues destruir quisiera el suelo,
cubierto de hienas sin consuelo.
Con vientres llenos, ruines, torpes,
obedeciendo a mil corruptes.
Que aplauden sin jamás pensar,
que al fin serán su propio azar.
Me atormenta y me desvela,
¿nadie alza espada o vela?
¿Ningún alma, voz, ni fuero,
quiere arrancar raíz del fiero?
Que no se vuelvan inmortales,
estas bestias infernales.
Y que un solo hombre imponga un fin,
rompiendo el lazo vil y ruin.
No lo sé, mas desearía,
que llegue el justo, el gran día.
Tal vez no vea su fulgor,
mas sé que arderá en su honor.
Las hienas ríen, devorando,
sus fauces llenas, engañando.
Mientras los siervos, sin más suerte,
rezan no ser su próxima muerte.