
Dejamos la casa grande,
La que domina,
Toda la colina,
En la que enterramos,
Todo nuestro esfuerzo,
Nuestras ilusiones,
Los años de trabajo,
Y, sobre todo,
El futuro, ahora perdido,
Caminamos,
Por la dolorosa senda,
Que nos llevó a un cubil,
Donde poder vivir,
Donde poder dormir,
Pero al abrir la ventana,
No hay árboles,
Ni parques,
Solo ojos cuadrados,
De monstruos malhumorados,
Cemento, alquitrán,
Y mucha depresión,
El vecino que te mira,
Mientras escondido fuma,
Y lo miras con desgana,
Pues nada queda,
En tu vacía mirada,
Se acabó el extenso paisaje,
Las magníficas alboradas,
Solo quedan mañanas,
Desmadejadas,
Olores a gasoil viejo,
A motores renqueantes,
A niñatos que hablan alto,
A chillidos de viejo barrio,
Al que volviste,
Después de tantos años,
Ya no caben suspiros,
Ya no hay desengaños,
Solo dejarte morir,
Año, tras triste año,
Pues lo de vivir,
Se quedó en la casa grande,
La misma que domina,
Esa añorada colina.