
Miré hacia arriba y quise subir,
No me importó la altura,
Ni lo que tardaría en llegar,
Para poderla alcanzar,
Empujé entre la gente,
Me abrí paso con fuerza,
Con denuedo, con tesón,
Y a cada metro subido,
Más dolor, más pasión,
Deber ponía,
Engañé, supliqué,
Me agaché para poder subir,
Ese mísero peldaño,
Aunque me costara años,
Golpeé, destrocé,
No continúo contando,
Si no, no querrás leer,
Pero créeme,
Que nada bueno dejé,
A cada momento de ascensión,
A cada paso de subida,
Cuesta más respirar,
Vas dejando cadáveres,
Que nada importan,
Pues cuanto más arriba estás,
No es que sea soledad,
Pero tropiezas con pocos,
Y esa escasez en el número,
No hace más fácil subir,
Esos con los que tienes que competir,
Son tan duros como tú,
Ya no es sangre en puñaladas,
De la que alguien,
Puede, quizás herido, escapar,
No, te aseguro, te juro,
Que con los que tuve que luchar,
Ninguno de ellos se levantará,
Y cuando ves que poco te resta,
Es cuando vislumbras en la cresta,
Con el que tendrás que luchar,
Y solo uno puede reinar,
Y la lucha no decrece,
Ambos quieren más,
Y la luna palidece,
Ante tanta maldad,
Y en un momento,
Sin darte cuenta,
En ese duelo singular,
Acabas de ganar,
Solo que, para ello,
Le has arrancado la yugular,
Pero nada importa,
En la cima estás,
Los de abajo son solo esclavos,
Aunque te quieran derrocar,
Pues todo es tuyo,
A pesar del cansancio,
De las canas,
Aun conservas las ganas,
De querer reinar,
Y lo haces, lo mereces,
Todos se agachan ante ti,
Sonrisas de hienas,
Que esconden caninos,
Todo se abre ante ti,
Que posees todo,
Mucho más,
De lo que pudiste soñar,
Pero llega un día,
A todos los reyes les llega,
En que miran en derredor,
Y les rodea la soledad,
Nada sincero, nada bueno,
Solo servilismo y maldad,
Lo que hay tras de los ojos,
Que, con caras de odio,
Te sonreirán,
Y por suerte,
En ese momento,
Hice el movimiento,
Que nadie se atreve a dar,
Caí desde la misma cima,
Hasta en el suelo dar,
Fui el más grande,
Ahora, nada ya,
Pero miro a mi alrededor,
Y se fue la soledad.