La Otra Gente de la Feria

La Otra Gente de la Feria.

Ya está casi terminada la de este año, se ha dado bien, eso dicen, espero que termine mejor, es el momento de olvidar las maldades de Pedro Chávez y sus secuaces, olvidémonos de eso, que ya llegarán tiempos peores…, seguro; el caso, es que espero que estos días hayan sido para todos, ese remanso de alegría que enlatar para abrir cuando la vida no es tan agradable, que suele serlo la mayoría.

Pero es que no era de eso de lo que quería hablar, que es de lo que hablamos cualquiera, ni del rebujito, ni de las sevillanas, ni de los faralaes, no, quiero hablar de los invisibles, aquellas personas que están allí pero que nadie ve, que creemos que las ha puesto el ayuntamiento (algunas veces sí), pero la mayoría están allí porque necesitan seguir viviendo con lo que consiguen esos días de locura, que para ellos es la feria.

Hablo de los camareros, cocineros, gente de seguridad, de toda esa troupe de personal que por el hecho, simple hecho, de tener que trabajar, tienen que soportar todo lo que le echen, porque son eso…, los que cobran, como si quisieran estar allí, les gustaría el otro lado de la barra, como a todos los demás, pero están allí, aguantando a un personal que algunas veces se las trae, soy cordobés de pura cepa, y conozco el paño, nos podemos llamar zaborios, desaboríos, o desabridos, pero que tenemos tarea, nos quejamos de todo, a todo tenemos derecho, y que nos obedezcan como reyes de taifas, no, no, miremos al que nos sirve con la sonrisa de pago, que se come lo que echemos, que nos asiente cuando hemos pisado el cable, que nos protege a pesar nuestro, al cocinero que no va más rápido porque no puede, al camarero o camarera que te regala los pies y te jode vivo, a todos aquellos invisibles que hacen que nos divirtamos,…, cobrando, por supuesto, pero que yo, no lo aguantaba ni por diez veces eso; el caso, es que la única forma de entenderlo sería que estuviera el personal detrás de una barra aguantando a la histérica de turno, al borrachín altanero, al simpático ligón de no me como una rosca, al enterado de turno, al hijo de tal, y al tal…, mil especies que se mezclan en nuestra maravillosa feria.

No es defenderlos, es hacerlos visibles, que cuando la ira, ese sentimiento tan cordobés, nos come el pecho, nos metamos la lengüecita en el culete y miremos al que nos sirve, y sonriamos, un poco de paciencia, algo de cordialidad, y el respeto a aquellos que nos tienen que servir, que no es por gusto, pero que lo hacen.

No se me olvida, que también esa sonrisa podría ir para esos que están en un caballo, pero no paseando, sino controlando, o a pie, o en un Zeta, que se joden para que tú te diviertas, de los que solo te acuerdas cuando el coma etílico, cuando el golpe de calor, a los que limpian lo que tu dejas en tus mejores momentos, a mil personas…, invisibles, pero necesarias, así que ya sabes, esa sonrisa, que no cuesta tanto.

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