
Tengo tinta que no gastaré,
tanta que nunca la agotaré.
Guardo en mi tarro ya casi lleno
toda la tinta que derramé.
Surcos en blanco deja el papel,
huellas de un alma que va sin piel.
Letras errantes, sombras fugaces,
brotes dispersos de un torbellino fiel.
Pluma que rasga con su latido,
sonido vivo que al ser oído
late en mi pecho, y en su latir,
mi corazón sonríe al escribir.
Rasga, susurra, la línea avanza,
llena la página, cobra confianza.
Y al contemplarla con emoción,
siento sorpresa y admiración.
¿Cómo ha nacido tan raro alarde,
cómo mi mente tal proeza esconde?
Y en ese instante, con voz sincera,
surge una risa que todo responde.
Pues si al leerme yo no me creo,
¿quién más diría que en mí me veo?