
De nuevo aquí,
Escribiendo como siempre,
Contando,
Lo que a nadie interesa,
La soledad del vacío,
De la mirada solitaria,
Al barrio de siempre,
Al zafio vecino,
A la charlatana,
A la arpía,
Al cerdo que mira con lascivia,
Al envidioso, con sus ojos de odio,
A los veladores vacíos,
A los insoportables niños,
A los adoquines levantados,
A las grietas abiertas,
En las viejas paredes,
Hierbas que nacen,
Entre las uniones,
Que nunca nadie limpia,
El parque abandonado,
Sucio, aletargado,
Con sus árboles secos,
Con su único pararrayos,
Zangones de miradas turbias,
Que quieren ser algo,
Chicas procaces que enseñan sus bondades,
Abuelas con carros,
Abuelos que miran,
Como las jovencitas,
Caminan enseñando,
Largas piernas,
Conocidos borrachos,
Y golfas de siempre,
Ruidos en el techo,
Ruidos debajo,
De gente que vive,
Sin saber su cara,
Arriba o debajo,
Ese es mi barrio,
Pequeño y compacto,
Sucio y olvidado,
Que nadie ha cuidado,
Que, a estas alturas,
Casi nada es blanco,
Y ya no me gusta tanto,
Pero, pregunto, ¿qué hago?,
Cuando apenas,
Con mi pobre salario,
Si merece la pena,
Cambiar de lugar,
Tentar a la suerte,
Cuando mi cercano destino,
Es que me lleve la muerte.