Autobuses de verde traje,
ruedan lentos por el paisaje,
con su compás, su eterno viaje,
sin detenerse en su engranaje.
Paradas tristes, sombras calladas,
que en la espera quedan olvidadas,
abuelos vagos, almas cansadas,
con ojos huecos, rutas erradas.
Oficinistas sin entusiasmo,
operarios de eterno pasmo,
manos que forjan, crean, trazan,
pero sus rostros ya no abrazan.
Y el autobús, sin más testigo,
cruza la urbe sin su abrigo,
cargado va de tonos mustios,
de almas y sueños, de tiempos justos.