Cuando Dios creó el Edén bendito,
no nos llevó a su dulce hogar,
nos dejó en un yermo maldito,
donde el sufrir es nuestro altar.
Lo que era malo, fue aún peor,
la muerte reina en su dominio,
todo es sombra, todo es horror,
todo es luto, todo es exterminio.
No queda nada, todo es ruina,
el dolor manda sin compasión,
la ley del fuerte nos asesina,
la vida es triste degradación.
Se muere el hombre por un suspiro,
se vive en fango, en podredumbre,
como en perrera, vil desatino,
sin esperanza ni certidumbre.
Y yo me alzo, con miedo al cielo,
pregunto al viento sin hallar voz:
¿Quién ha forjado tan vil flagelo?
¿Quién ha creado tanto dolor?
Si Dios existe y nos dio forma,
¿cómo es posible tanto horror?
Si a su imagen somos sombra,
me aterra el rostro de ese Creador.