Suspiros de tarde que muere,
de un sol que en la bruma se esconde,
cuando el alma su aliento despere,
cuando el viento su queja responde.
Miras triste por la ventana,
sin deseo de ver lo que asoma,
y el reflejo que el día desgrana,
es hastío que lento se toma.
Siluetas de sombras inciertas,
vagan ciegas sin rumbo ni vida,
figuras de formas desiertas,
sin voz ni señal definida.
Y al andar, en la brisa silente,
con la muerte en su manto callado,
ya no hay cuerpo, solo un ausente,
solo un eco de un paso olvidado.
Todo es yermo, vacío y triste,
todo es niebla que cubre el sentido,
y en el pecho, un lamento insiste,
un suspiro de algo perdido.
Se desprende de las entrañas,
como grito de lucha vencida,
como sombra que al fin empañas,
en la bruma de lo que es vida.
En la noche, oscura y callada,
en el duelo de un viejo reproche,
queda solo la huella olvidada,
de lo ido en las sombras de anoche.