
Caminos que el viento borra,
en su cansino movimiento,
que no llevan a ningún puerto,
que no inspiran una mejora.
Albores de la mañana,
cuando el cuco alegre cante,
cuando las flores se levanten,
y el sol baile su danza temprana.
Movimientos ágiles y rápidos,
que el frío al fin desvanezca,
y en las montañas se aparezca,
en picos blancos y helados.
Comienzas entonces el sendero,
que a ningún lugar conduce,
y que, sin alma, te induce,
a ser parte de un engranaje fiero.
Mecanismos que te devoran,
que en su rueda te consumen,
y en cada instante resumen,
que la vida así se torna.
De hierro y de hojalata,
la máquina solo mata,
sin creer en lo que se desata,
robando el alma que arrebata.
Al concluir la jornada,
lleno de todo, eres nada.
Nada eres, no eres nada,
en la máquina que todo arrebata.