
La soledad no es eterna,
Todo pasa en este mundo,
Más solo lo dichoso,
Se desvanece en un segundo.
Soledad, amante impía,
Hija de padres sordos,
Madre de mudos locos,
Deja ya de ser mi guía.
Déjame andar mi camino,
Como el resto de mortales,
De los hombres animales,
No me salves del destino.
Dame al menos el reposo,
Pues vivir ya no deseo,
Con la sombra de lo mismo,
De los lugares eternos.
De siluetas constantes,
Falsos pasos sin amparo,
Y de canciones sin verso,
Te miro, y no me hallo.
Me trajiste a este mundo,
Sin quererlo, sin anhelo,
Y me encuentro repetido,
Hasta el alba, en mi desvelo.
Miro a la calle vacía,
Nada encuentro por amar,
Pero al mirar la ventana,
El pecho empieza a gritar.
Cierro mis ojos cansados,
Y el alma quiere marchar,
Déjame partir al viento,
No hay motivo en tu pesar.
Solo estoy, solo, tan solo,
Solo estoy, que estoy muriendo,
Que la soledad me envuelve,
Y se apaga mi lamento.