
Cansancio,
los días se repiten sin descanso,
impávidos,
pasan sobre tu piel, casi sin rozarla,
como un sutil remanso.
El cielo trae nubes,
que pasan y se desvanecen,
llegan más oscuras o claras,
y así las horas perecen.
La lluvia todo lo empapa,
y al cabo, la húmeda calle,
callada, se seca en su mapa.
El aire pasa entre los enrejados,
caireles de bestias detenidas,
remolinos de viento,
de trigo y parva, sin vida.
Que bajan del cielo,
con la latencia callada,
de lo que nada suena,
de lo que pasa y a nadie agrada.
Y callada,
la parva muere abandonada.