
Oigo la bella voz,
de una mujer al cantar.
No comprendo su canción,
más me invita a soñar.
Es un idioma extraño,
que mil veces escuché,
sin entender su engaño,
pero amando su porqué.
Es la pura belleza
en su forma de ser,
una dulce certeza
de mundos por conocer.
Evoca esos lugares
que una vez recorrí,
de olores y cantares
que aún laten dentro de mí.
Rostros de mil naciones,
sonidos de otro rincón,
lejanos corazones
que despiertan mi pasión.
Todo es un universo,
tan cercano, tan real,
y a la vez tan diverso,
que parece irreal.
Pero allí estuve un día,
y hoy lo vuelvo a vivir;
la música es la guía
que me ayuda a revivir.
Aquello ya se olvidó,
se perdió en lo cotidiano,
donde lo ignoto murió
bajo un viaje programado.
La aventura fue vencida
por la pereza banal,
y esa esencia perdida
me resulta abismal.
Añoro cuando el alma,
sin más que su resplandor,
hallaba sin trama ni calma
un mundo lleno de color.
Añoro porque viví
lo que pocos entenderán.
Quien lea esto aquí,
lo siento, nada quedará.
El tiempo de eso pasó,
todo ahora es más sencillo;
mas la magia se perdió
en un mundo sin brillo.
Sonrío al recordar
los miedos y el sufrimiento,
en tierras de viajar,
que eran puro movimiento.
Países tan lejanos
que hoy nadie podrá soñar,
ni menos con sus manos
la vida allí tocar.
Menos aún… vivir,
como yo los viví.