CAPÍTULO V. Cosas Nuevas

Gonzalo tocó el montón de billetes y sonrió, “por lo menos sirven para algo” pensó, cogió dos de los billetes de cincuenta y se los ofreció a Lázaro.

– ¿Para qué quiero esto?, -preguntó Lázaro, como ofendido.

-Por si no estoy yo, que no tengas que esperar a que yo llegue, pero hoy lo primero que vamos a hacer es pegarnos un homenaje.

– ¿Un homenaje? -volvió a preguntar Lázaro, sin entender muy bien lo que quería decir.

– ¿Tú de dónde eres Lázaro?

-De León.

-Coño, pues un homenaje es ponernos de cenar hasta el culo, vamos a invitar a dos amigas mías a cenar, tú la boca callada de lo que hacías antes, si te ha cambiado la vida, disfrútalo y ten la boca cerrada, el dinero me lo debían y me han pagado hoy, ¿de acuerdo?

-Por mi ningún problema, pero yo poco puedo hablar.

-Pues te callas, -le advirtió Gonzalo- si no, te puedes quedar en mi casa, que ya te llevo un bocadillo.

-Lo que tú digas, a mí me da igual, de todas maneras necesito tiempo para pensar.

-No me jodas, coño que es broma, no metas la pata y nos ponemos de comer hasta el culo. Tú respondes que sí a todo lo que yo diga y que no se te olvide, -rio Gonzalo.

Avanzaron apenas dos calles más y llegaron frente a los pisos de Isa, Gonzalo llamó al telefonillo, aun sabiendo que la cerradura estaba rota.

-¿Quién es?, -era Paqui.

-La persona que más odias, ¿está Isa?

-No ha venido todavía.

-¿Puedo subir?, preguntó aun sabiendo la respuesta

-Mejor te quedas abajo.

-Joder, que trabajo cuesta cogerte cariño, no me extraña que nadie te coja.

-Vete a la mierda, -Paqui en estado puro.

Lázaro no daba crédito a sus oídos.

– Es la compañera de Piso de Isa, me odia profundamente, pero no te preocupes, es una gilipollas conmigo, no tiene por qué serlo contigo.

-Joder, vaya papeleta, y yo con el tema de conversación que tengo, -dudó Lázaro sin estar convencido del todo.

-Vamos a casa de Antonio.

Todo estaba cerca en la parte vieja de la ciudad, apenas si tardaron cinco minutos en estar con Antonio.

-Buenas tardes, ¿otra vez aquí?, ¿me estáis cogiendo cariño?, -les preguntó Antonio que estaba solo en ese momento.

-Toma Antonio, – Gonzalo le ofreció un billete de cincuenta euros- te cobras de lo que te debo y me lo dejas en reserva, que hoy me han pagado algo, y no sé cuándo voy a volver a coger pasta, y tres cervecitas fresquitas, que tú te tomas una que yo invito.

-Joder como viene el señorito hoy, -spnrió Antonio- vienes que te sales.

Antonio saco las botellas, y mientras ellos se sentaban en el bordillo, él siguió de pie.

-Joder son casi las ocho y no se ha ido el calor, así nadie sale a la puta calle, continuó diciendo.

-Todos los años es lo mismo, -comentó como para sí mismo Gonzalo- pero no terminamos de acostumbrarnos.

-¿Y éste quién es?, -preguntó Antonio a Gonzalo señalando a Lázaro.

-Un amiguete del norte, Lázaro, este es Antonio, mi santo padrino, que pone los mejores bocatas del mundo mundial.

Lázaro levanto la botella, Antonio hizo lo mismo, ya estaban presentados.

-Lo que no sé es como no reventáis del calor, -les preguntó Lázaro.

-Qué otra cosa nos queda, -respondió Antonio- porque yo con esto abierto, ni ventilador ni aire, y aquí metido es la hostia, no os podéis ni imaginar, que algunas veces tengo que abrir un congelador y meter la cabeza para seguir vivo.

Era cierto, en la Plaza apenas si cada diez minutos pasaba alguien, el sol se marchaba, pero la sensación de bochorno no se iba con él, los veladores vacíos, y el suelo soltando el calor que había tomado durante tantas horas, casi era difícil respirar.

-Me voy dentro, que el negocio es el negocio, -se despidió Antonio bebiéndose lo que le quedaba del botellín de cerveza.

Lázaro miro los soportales, había estado antes aquí, pero apenas si se había fijado en la gran plaza antigua de abastos, la Plaza de la Corredera, con sus soportales y sus más de seiscientos años. Era bonita, pero el calor era tremendo, calor del que no se había percatado hasta que tropezó con Gonzalo, ni sabía el tiempo que llevaba en Córdoba, casi ni como había llegado, y casi ni de dónde venía. Ya vendría la memoria, y si no venía, mejor, pero pensaba claramente, con una cabeza que no se hubiera imaginado nunca, era como si hasta que conoció a Gonzalo su mente vagara perdida en cualquier sitio, eran apenas retazos, golpes de recuerdos lo que tenía en la cabeza de su vida anterior, si eso era vida, sólo qué cuando lo recordaba una sensación de odio y miedo se apoderaba de él y le costaba manejarla.

Gonzalo estirazó las piernas.

-Antonio échame un paquete de Chester y un mechero.

Antonio se acercó y le dio el paquete y el mechero.

-Mira que eres perro -le escupió Antonio mientras se los daba.

-¿Tendré que aprovecharme hoy que tengo cuatro euros?, que mañana tendré que reventar la espalda, no me jodas Antonio, -siguió comentado mientras le quitaba el precinto al paquete de tabaco. Después le quitó el protector y le ofreció uno a Lázaro que aceptó.

-Joder que gusto tener algo de pasta, no mucha, pero sí la suficiente para una cerveza y un paquete de tabaco, -le habló a Lázaro mientras le encendía el cigarro.

-¿Qué vamos a hacer mañana?, -le preguntó Lázaro mientras echaba una voluta de humo del cigarro recién encendido.

-Hemos descubierto una mina, si lo mío, que no sé lo que es, no se acaba, volvemos a la chatarrería y furgoneta que veamos entrar, nos quedamos con cosas que sean antiguas, y ya sabes, para casa y a hacer brujería.

-¿Me vas a explicar qué coño es lo que haces para que los cacharros recuperen su forma original?

-Cuando yo me entere a lo mejor, ahora mismo vamos a disfrutar de la vida, que hacía mucho tiempo que no tenía dinero en el bolsillo.

-Lo que tú digas, yo con poder ver las cosas de forma diferente me conformo, y siempre agradecido Gonzalo.

-Vete a la mierda y disfruta del puñetero calor, que ya vendrá el invierno.

Lázaro miro a Gonzalo, con el pelo un poco largo, de facciones correctas, moreno con los ojos castaños y alto, pero con muy poca carne, más joven que él, pero que le debía algo, que no sabía lo que era pero que no quería perder de ninguna de las maneras, de hecho le repugnaba ahora mismo no poder hacer algo por él. ¿Cómo podía ir por la vida borracho continuamente, hediendo, sucio como un puerco?, pues eso era lo que le venía a la mente desde que recordaba, y recordaba mucho.

Permanecieron callados un buen rato, adormilados por el silencio y el calor, Gonzalo pensó en volver a casa, pero haría la misma temperatura, por lo menos aquí estabas al aire libre, por la única ventana de su casa, seguro que no entraba ni una pizca de aire, aquí por lo menos corría algo, aunque fuera caliente.

Comenzó a anochecer.

-¿Qué piensas?, Lázaro.

-Joder, que no me creo que yo sea yo.

-Vaya con el filósofo, -sonrió Gonzalo.

-No sé cómo explicarme, ayer estaba lleno de mierda, borracho y la cabeza apenas si me funcionaba, hoy estoy limpio, sobrio y pienso con claridad, ¿qué me has hecho?, Gonzalo.

-Cuando lo sepas tú, me lo explicas, -le contestó Gonzalo cansado de tanta pregunta.

-¿Podrías hacérselo a otra persona?

-No sé cómo te lo he hecho a ti, ¿cómo quieres que se lo haga a otra persona?, ¿pero quién es esa persona?

-Una muchacha, que conozco del albergue de Cáritas de allí al lado de los hoteles, es Mary Luz, está, y puso un dedo en la sien, mal de aquí, siempre va con una muñeca en los brazos, se ríen de ella, y si no estás al quite la violan, pero es muy buena gente, si tuviera la suerte que yo, joder, Gonzalo, sería la leche, quitarla de esa mierda.

-Podemos intentarlo, -pensó Gonzalo en voz alta, que se imaginaba la vida así, él era un tieso pero por lo menos podía defenderse, aunque poco, pero podía, se imaginó la vida de la chica y sintió una pena muy grande- pero no te aseguro nada, que lo tuyo me tiene alucinado, además, coño, que parece que te he adoptado.

-Pues sí, tengo que estar contigo, no sé por qué.

-¿Tu no serás maricón?

-Te puedo asegurar que no, que desde que la cabeza me funciona, estoy muy salido.

-Bienvenido al Emirato del Celibato, que no nos comemos el pico de un colín.

Chocaron las vacíos cascos de los botellines y volvieron a estar callados, cada uno metido en sus pensamientos.

-Coño que bien te veo,- oyeron una voz que se dirigía a Gonzalo, era Isa.

-Hombre, guapetona, que haces por aquí, respondió Gonzalo sonriendo.

-Yo ir para mi casa, pero a ti se te ve que has heredado o algo, vaqueros nuevos, casco de cerveza, ¿qué has robado?, preguntó Isa con una sonrisa.

-Nada Isa, que me han pagado una pasta que me debían, y aquí estoy con mi colega Lázaro invitándonos, Lázaro, esta es Isa, la dama de mis sueños, mi Dulcinea, el animal más bello que ha creado nuestro Dios omnipotente, -aseguró Gonzalo sin levantarse señalando a Isa.

-Encantado Señorita, -respondió Lázaro.

-¿De dónde has sacado un colega con educación, Gonzalo?, -preguntó Isa asombrada.

-Yo mismo me extraño, pero tengo algo que decirte, -Gonzalo acercó su cara a la de la muchacha.

-Dime, -le respondió Isa.

-¡Que me cago en los muertos de Paqui!

-¿Has ido a buscarme y no te ha dejado subir?

-Joder con la pitonisa, -respondió Gonzalo- como si fuera la primera vez, pero fui a invitaros a cenar, ahora se va comer una mierda, tú si quieres estás invitada, pero a la perra de Paqui la va a invitar su puta madre.

-No seas gilipollas Gonzalo, -Isa cruzó los brazos- o viene ella o me voy a mi casa y que te den por el culo.

-Por ti lo hago, y porque me concedas tus favores, linda doncella.

Isa sonríe, lo que diga Gonzalo es algo bonito, sobre todo cuando habla de ella.

-Levántate gorrino, que vamos a por Paqui.

-Joder, -maldijo Gonzalo- ¿qué me tengo que comer la boñiga, no?

-Y sonriendo, que te deja dormir en casa.

Gonzalo se levantó y le echó los brazos a Isa, le dio un beso en la mejilla.

-Como te quiero, cordera.

A Isa se le vienen los colores, querría besarlo en la boca, pero solo sonríe, no quiere perder a su mejor amigo.

Los tres salieron hacia la casa de Isa, apenas minutos después estaban allí.

-Paqui baja, que nos invitan a cenar -era Isa por el telefonillo.

-Quién ¿Gonzalo?

-Sí.

-¿A quién ha robado?

-Qué si vienes, coño, -le respondió Isa ya cansada de las puyas.

-Ahora bajo.

-Te esperamos en la terraza de la Plaza.

Isa conocía a Paqui, era capaz de tirarse media hora vistiéndose por dar por el culo a Gonzalo.

-Vámonos, -les pidió Isa-, ya la conoces, -y miró a Gonzalo.

Vuelta a la Plaza de la Corredera, pero ya como los señores, pensó Gonzalo, que nos vamos a sentar en sillas y mesas.

Habían estado regando cuando salieron, y aun se notaba el calor, pero el agua, ya totalmente ausente había mitigado el calor, aunque fuera un poco.

Se sentaron, apareció el camarero de sobra conocido.

-Gonzalo ¿traerás billetes, no?

-Cállate y cervezas, gilipollas, a ver si encima te tengo que pegar un par de hostias.

-Joder, como vienes hoy.

Ya conocía al camarero, había estudiado, o como que estudiaba, con él, era un gilipollas de mucho cuidado, pero bueno, con todos hay que convivir.

-¿De qué os conocéis?, -preguntó Isa a Lázaro.

-De una fiesta hace años, -respondió Gonzalo antes de que metiera la pata- es de León y vino con unos amigos, desde entonces cada vez que viene, me llama o se llega por casa, menudas juergas nos hemos corrido, ¿verdad Lázaro?

-No te puedes ni imaginar, -aseguró Lázaro, que no sabía por dónde escapar en caso de encerrona.

-¿Y la pasta?, -preguntó Isa.

-He atracado un banco, -le aseguro con seriedad Gonzalo- pero no se lo digas a nadie, ya lo verás en las noticias.

-Venga, déjate de chorras Gonza, dime, ¿de dónde sale?.

-Un colega que me debía dinero, de los buenos tiempos, y ahora me lo ha devuelto.

-¿Y cuando has tenido tú buenos tiempos?, -preguntó Isa con cachondeo.

-Los he tenido, – Gonzalo habló con dignidad, o lo intentó- pero cuando vienen no te llamo, no te jode.

-Qué hijo de puta estás hecho, -le respondió Isa.

-Es que yo te quiero por lo formal para casarme y eso, la juerga es con otros.

-Serás cabrón, -aseguró Isa- mira quien viene por ahí, la bruja.

-Hostia Isa, dilo con más tiempo que no me puedo esconder si no, -dijo Gonzalo al girar la cabeza y ver a Paqui.

-¿A quién has robado?, -preguntó Paqui nada más llegar.

-Imagínate, a uno con la misma mala folla que tú, guapa, -le aseguró Gonzalo- así que no es delito.

Paqui se sentó, miro a Lázaro.

-¿Otro perro flauta como tú? -preguntó mirando a Gonzalo.

-Encantado, -se levantó Lázaro, ofreciéndole la mano.

-Mira, pues parece que este no es de los tuyos, sabe hablar sin tacos. Soy Paqui, la única con sentido común aquí, espero que seas de los míos, y no de la calaña del payaso éste, -y miró con desprecio a Gonzalo.

Gonzalo la volvió a estudiar, no era fea, pero tenía ese rictus de mala leche que le afeaba la cara, ojos grandes, unos labios bien trazados pero finos, era guapa pero sin ser ofensiva, al contrario que Isa, la miró y vio a la mujer que ocupaba sus sueños, podía haber sido modelo, se le caía la cara de guapa, morena con los ojos negros y grandes que le comían el rostro, labios carnosos y una belleza primitiva y salvaje, acompañada de un cuerpo escultural, unas piernas que no tenían fin y un pecho firme y turgente, ni pequeño ni grande, y Gonzalo salivaba como un perro, pero ¿qué podía ofrecerle, las migajas del paro mal ganado?, un futuro más negro que sus ojos, no podía hacerle eso, la quería demasiado como para joderla, que no era hacerle el amor, si algún día pudiera, pero sabía que no, y cada vez que Isa reía, el corazón se le caía a los pies, pero eso es lo que tiene la vida, que es una descarnada hija de puta. Quizás en otra vida, que en ésta no lo veía.

Gonzalo sonrió aparentando ganas pero se le había cortado el rollo, “que mierda”, pensó, pero rió lo mismo y siguió lanzando pullas a Paqui y riendo con Isa, como si el corazón no se le carcomiera por dentro.

-Niño, ven para acá, -gritó Gonzalo, el bar se estaba llenado de gente y eso hace que la cocina tarde, y él tenía hambre.

A los pocos minutos apareció el camarero.

-¿Qué queréis?, lo preguntó de buenas maneras.

-Cerveza, para todos, -pidió Gonzalo y miró a su alrededor, nadie se opuso y una de flamenquines, de rabo de toro, de boquerones en vinagre, de japutas en adobo y ponnos unos pinchitos, una docena.

-Joder Gonzalo, ¿has heredado?, -preguntó el camarero sorprendido.

-No, coño, le contestó Gonzalo, es que he vendido un riñón, y quiero poner fino al otro.

-Marchando, -se oyó al camarero decir mientras se alejaba.

-Tío, -le pregunto Isa-, ¿qué te pasa? que tú siempre estás canino.

-Coño Isa, un día es un día, después con que me dejes que duerma en tu casa, estoy pagado.

-Si Paqui no dice que no, por mí, ya sabes.

-Joder, esta vez, vale, pero me voy a poner las botas, -aseguró Paqui- mi venganza será terrible, te va a costar una pasta, gorrino.

Así entre risas y cervezas, la noche fue pasando, Paqui se entretenía con Lázaro, lo cual para Gonzalo era increíble, pues sabía de Lázaro y de Paqui, pero pensó que si alguien entretiene al diablo, bienvenido sea.

-¿Tomamos unas copas? -preguntó Paqui, increíble viniendo de ella.

-¿Pagas tú?, -le devolvió la pregunta Gonzalo.

-A medias, -admitió Paqui casi sonriendo.

-Isa, dile a tu amiga que se mire la temperatura, casi ha sonreído.

Salieron hacia la Ribera del Guadalquivir, de la que apenas si le separaban quinientos metros, era donde estaban muchos locales de copas, Isa, se enganchó de la cintura de Gonzalo, y éste le echó la mano por el hombro, Gonzalo sintió de pronto el calor de Isa, y creyó que no podía respirar, pero se contuvo, no era el momento.

Se sentaron en una terraza, desde allí se veía el rio pasar tranquilamente, su caudal era el de verano, muy lejos de cuando se encabronaba en invierno y rugía, a esa hora, casi las doce de la noche, algo de fresco se movía y los calientes cuerpos lo agradecían, haciendo que la mente se relajara un poco, sin darte cuenta de cómo había estado todo el día calenturienta.

Isa apoyó la mano en la de Gonzalo y jugueteó con sus dedos, Gonzalo sintió miedo, no quería dejarse arrastrar por las copas y la presencia de Isa, que cada vez que lo miraba, le costaba trabajo responder.

Miró a Isa, la perfección de la mujer, por lo menos a sus ojos, y la ribeteaban las luces de la catedral, del puente, el marco perfecto para tan bello rostro, y volvió automáticamente a pensar que no tenía nada que hacer con ella, mejor dicho, que no quería nada con ella, o que sí quería, pero no debía, las copas que lo estaban volviendo loco.

Volvieron por donde habían venido, cerca de casa de Isa, ésta se volvió, y lo besó, sintió todo el calor del mundo, como si los labios de Isa ardieran y él se quemara en ella, sólo le dijo.

-Sube conmigo.

Gonzalo le toco la cara y la miró, mil veces hubiera subido, pero le respondió.

-Cómo te quiero, morena, pero lo que hay es lo que hay, -miró a Lázaro que hablaba animadamente con Paqui-, vámonos Lázaro que mañana tenemos que trabajar.

-¿Pero no te ibas a quedar con Isa?

-Coño, Lázaro que nos vamos, que hay que despertarse temprano. Gritó malhumorado Gonzalo.

Lázaro calló sorprendido, se despidió de Paqui y de Isa, y acompañó a Gonzalo, sin saber realmente qué pasaba.

-Pero Gonzalo, ¿a ti no te gusta Isa?, -le preguntó ya solos camino a casa de Gonzalo.

-¿Qué si me gusta?, es la mejor mujer que he conocido, es un sueño hecho realidad.

-Entonces, ¿qué haces aquí conmigo?

-Tú me has visto Lázaro, soy un puto perdedor, ¿qué le puedo ofrecer, más miseria?, ella se mantiene, yo soy un puto lastre, merece a alguien mil veces mejor que yo.

-Joder, pues anda que si todos hicieran lo mismo, la vida sería un poco más complicada.

-Además es mi amiga, la única que tengo, y no quiero perderla, no quiero enturbiar una relación que va bien con la de amistad.

-Tú mismo, pero te arrepentirás.

-Posiblemente Lázaro, posiblemente.

En el apartamento de Gonzalo nada más se dijo, Gonzalo estaba triste y Lázaro lo respetaba, ocupó el sofá y Gonzalo la cama, mañana sería otro día.

Mientras tanto en casa de Isa y Paqui, Isa lloraba.

-¿Qué te pasa?, -le dijo Paqui.

-Gonzalo.

-¿Ese mierda?, preguntó Paqui despectivamente.

-Sí, pero lo quiero, él no quiere de ninguna de las maneras.

-¿Entonces no os acostáis?

-Sí, pero él en el suelo y yo en la cama.

-Joder, sí que me tenías engañada, pero vamos aguántate, qué ese tío es un tirado.

-¿Tú crees que eso a mí me importa?

-Pues debería, -aseguró Paqui sacando un pañuelo y limpiándole la cara de lágrimas, a Isa se le había corrido el rímel-, no merece ni una lágrima tuya.

Isa se aferró con todas sus ganas a Paqui, y continuó llorando.

Paqui pensó durante un momento que quizás sería bueno que estuvieran juntos, pero solo fue un momento, después volvió a la realidad.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *