
Siento frio en el cuerpo, lo hace, aun es… ¿qué más da?, el caso es que o hace frio, o es que lo tengo, lo cierto es que el hospital, siempre impone, este es nuevo, pero, aunque lo sea, se convierte, al poco, en lo que todos, un lugar en el que la gente no va por gusto, sino porque está enferma.
Recepción, sonrisa cansada, es la chica que está de guardia, que los hospitales no duermen, nunca, como si fueran incombustibles, que no lo son, por lo menos los que allí descubren lo que vale la vida humana.
Caras con las que tropezar, cansadas, destruidas, las guardias, la venganza de algún dios retorcido, que hizo que cualquier hora sea buena para ponerse enfermo, pero para ellos ya casi ha terminado, para el apenas si empieza, solo sonrisa en la cara, respuestas de lo mismo, nadie se para, todos continúan intentando dejarlo todo comprensible para el que llegue después, que no es de la seguridad social, que es privado, que allí, no es necesario expediente administrativo, sino…, lo que sea y a la puta calle.
Abre el despacho, frio no, solo inhóspito, el hospital es como los que tienen fiebre, siempre es alta la temperatura, suspira, mira a través de la ventana, después el montón de expedientes de enfermos, lo usual, mira el reloj de la pared, aún falta una hora para que comience a venir la gente, y se pregunta que hace allí, y no sabe que responderse.
Sale de nuevo, sube por el ascensor, las mil plantas del coloso que parece no tener fin, música de la de hotel americano, suave, tenue, mejor el silencio, última planta, escaleras, la puerta de seguridad, la que va a dar al helipuerto, siempre cerrada, para el no, tienen la llave, como todos los que fuman, abre, frio, mucho más frio, la ciudad no es de viento, está protegida por las montañas, pero el edificio es más alto que ellas, y allí si sopla como si dieran dinero por ello.
Llega a una de las esquinas, se ve la ciudad, que muestra las luces de una mortecina mañana que aún no quiere despertar, es plana los edificios no son altos, solo que a pesar de ello, es bella, enciende el cigarro, el maldito cigarro, el que debe de dejar, pero no termina de salirle de lo que lo identifica como hombre; una calada que le llega hasta…, y sonríe, no tose, la costumbre, y se pregunta cómo es posible que los médicos de pulmón, sean los que más fuman, incongruencias que son fácilmente explicables si eres uno de ellos, él trabaja en el corazón, y fuma, otra incongruencia, y suspira mientras siente como alguien se acerca.
-San Luis en persona, ¿cómo por aquí?
Se da la vuelta, es Lorenzo, compañero, que no de especialidad, sino de hospital.
-Aquí, ya sabes, comiendo aire puro, que hace falta.
-Sobre todo con el cigarro, dame uno.
Luis saca el paquete, como si lo hiciera a cada momento coge uno, se lo va a guardar, cuando con una sonrisa le sujeta la mano.
-Quieto, león.
Lorenzo sonríe.
-Si cuela, cuela que no quiero pararme a comprar.
– ¿Tu sin tabaco?
-La noche, Luis, una perra, que la morgue, estará hasta los topes, de las de no parar, una guardia que más que guardia es hija de la gran…, -enciende el cigarro, otra calada de las impresionantes, ¿cómo andas tú?
-Como siempre, ya sabes.
-Sí, lo sé, para un poco, no vas a heredar el mamotreto este, -señala con la cara el edificio.
-Lo sé, claro que lo sé, pero no tengo nada más, lo sabes.
Lorenzo asiente con la cabeza, se apoya en la barandilla.
-Estoy viejo, Luis, las guardias son cada vez más putadas que trabajo.
-Lo sé también.
-Tu no lo sabes, pocas tienes, menos tú, que no quieren que te canses, pero los demás…, -nueva calada-, mi mujer me va a dejar.
Luis lo mira.
– ¿Por qué?, sois una de mis fantasías de parejas que se quieren.
-Sí, pero soy un imbécil.
– ¿Te ha pillado?
-Con las cuatro patas en la trampa, Mónica es lista como el hambre, se me había olvidado.
-Mal asunto, es dura como la piedra, solo te puedes escapar por lo que te quiere.
-Sí, me tendría que arrastrar como un gusano, pero ya no tengo la columna para esos trotes.
Luis lo mira, no asiente, solo lo mira.
-Me voy, San Luis, deséeme suerte.
-Vaya con dios, señor Lorenzo, y Mónica durmiendo vale más que tú con anfetaminas.
Lorenzo sonríe con tristeza, ve como se marcha.
Enciende otro cigarro, el vicio, el puto vicio, en todas partes cuecen habas.