03 Hoy me he Levantado como una Moto

Hoy me he levantado como una moto, Wagner, ya se sabe, me ha dejado dormir poco, también el tinitus que es ese cabrón que no me deja, el caso es que me he levantado con ganas de comerme el mundo, sabiendo, seguro, que al final, el mundo me devorará sin despeinarse.

             Para celebrarlo, andando, el otro coche está…, ¿qué más da?, el caso, es que el trabajo está cerca, pero nublado, frio, con sueño, ¿Qué puede salir mal?

             La gente me mira, no voy de chaqueta, apenas arreglado para a que no me detengan por sospechoso de algo, que siempre puede ser, que no solo es policía, que pasada la barrera, el que no me conozca, pensará que vengo no a dar lo que sé, sino a llevarme lo que pueda.

             Fernando, control de hace años, sonrisa.

– ¿El coche muerto?, Don Luis.

-Como todo, Fernando, ¿me dejas pasar, o tengo que llamar a alguien para que me fie?

             Sonrisa de alguien con el doble de peso que yo, que soy alto y todo de músculo.

-Como es, Don Luis, y gracias por lo de mi Adelita, que…

-Cállate, que tienes suerte que, de alguien como tú, haya salido una niña tan bonita.

– ¿Me tengo que hacer lo del ADN ese, don Luis?

             Sonrío, es buena gente, pero si no hago la broma…

-Yo que tú me lo haría, eres feo como una manada de podencos.

-Después de una cacería de las de barro, usted sí que sabe, ¿un cigarrito?

             Lo miro, no es prepotente, es alguien que dejó lo que le gustaba por otra cosa que no le gusta, pero le da de comer, aunque sea subcontrata.

-Claro, pero gástate algo, que los últimos millones de días, el tabaco es mío.

             La mole sonríe.

-Como es usted, -me mira con ojos aviesos-, ¿con lo que gana?, ¿al pobre de Fernando…?

             Saco el tabaco, casi no fumo, y es agradable dárselo al que…

-Toma, que lo he robado hace poco.

             Nueva sonrisa.

-Don Luis, ¿cómo es que viene andando?, la noche, -mira alrededor-, que aún lo es, no es buena, ronda lo que no tendría que salir a la calle.

-Sí, lo sé, pero el cochino se ha muerto.

– ¿El Guarrito?

-Sí, la batería, supongo.

-Cómprese otro coche, con lo que gana.

             Miro al cielo.

-No todo es dinero, era de…

             Fernando agacha la cabeza, después la levanta y vuelve a agacharla varias veces, me mira.

-Sí, que es usted…

– ¿Qué?, -le pregunto con una sonrisa.

-Nada, Don Luis, que bueno está el tabaco.

-Y que sale barato, Fernando, que además aquí no se puede fumar.

-No se debe, Don Luis, no se debe, que no me voy a chivar, ¿mucha faena?

             Asiento con la cabeza.

-Como siempre.

-Descanse, hombre, descanse, que esto no se para.

-No, porque casi no se mueve.

             Fernando que me mira.

-No diga usted esas cosas, Don Luis, que aquí hay mucho mostrenco.

-Pues eso, me marcho, que me gusta que me den.

             Fernando sonríe, asiente con la cabeza.

-Le dejo pasar, porque…, nueva sonrisa, que le sea leve, que seguro que tiene cola.

-Como lo sabes.

             Tiro el cigarro, miro a la imponente figura del hospital que a la luz que quiere nacer, se me ofrece, quizás amenazándome, no lo sé, suspiro, otro día más, otro día menos.

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