Canciones llegan de mundos lejanos,
sonidos perdidos, ecos profanos.
De mi muerte cansada, luces cambiantes,
fulgores de plata, sombras vacilantes.
Jirones de vidas que fueron vividas,
humos de fuegos, brasas extinguidas.
Albores de amaneceres dormidos,
chillidos de almas, ecos retorcidos.
En mi mente resuenan, casi letales,
con ecos cansinos, tonos mortales.
Marasmos de todo, de lodo cargados,
ríos que fluyen, en oro falsados.
Caminos de pobres al cruel cadalso,
donde la vida se entrega sin paso.
Maroma que aprieta, madera que cruje,
y el cuello se ofrece, la soga no afloje.
La vida se pierde, todo es fugaz,
solo un instante, nada queda atrás.
Lo que se marcha, lo que se pierde,
es menos que polvo que el viento muerde.