
Cuando llega la noche y su vacío,
los ángeles oscuros, con poderío,
te cubren con sus alas extendidas,
y el corazón se ahoga en sus heridas.
Gime asustado por viejos recuerdos,
sombras de una vida y sus desacuerdos.
La negritud, aún más densa y oscura,
se torna un peso que nada procura.
Los ángeles negros te observan serenos,
sus ojos vacíos, sin pupilas llenos.
Se adentran despacio dentro de tu alma,
y en su mirada se pierde la calma.
La esperanza muere en su desvarío,
en la oscuridad sin final, sombrío.
El vacío llama, su abismo despierta,
el miedo eterno su paso concierta.
Temes el castigo de un dios ausente,
que nunca existió en tu mente doliente.
La vida termina, sueño sellado,
eterno descanso de un ser quebrantado.
Los miserables muertos, noche tras noche,
caen en brazos oscuros sin reproche.
Rodeados de ángeles tan sombríos,
que arrastran al alma por sus desvíos.