
Tiempos de gloria que han perecido,
días de penas que han transcurrido.
Legados frágiles, herencias rotas,
penurias que entre nubes brotan.
Un cielo gris que nunca vio el sol,
donde la muerte llegó sin control.
Amanecida, huérfana y callada,
silenciosa, por nadie esperada.
El imperio cae, barro en sus cimientos,
nada resiste los crueles tormentos.
Ante los amos, se alza la tristeza,
Dios se fue, dejando la aspereza.
El blanco partió, la vida extinguida,
perdida entre mies, sin ser recogida.
No en agosto, sino en un cruel momento,
donde el tiempo puso su monumento.
La existencia acaba para los esclavos,
que ayer fueron dueños, hoy despojos vanos.
Ahora son sombras de un ayer glorioso,
nubes que ocultan un sol silencioso.
La vida prosigue, solo para pocos,
los demás se pierden en días locos.
Nubes grises que la luz no deshacen,
y los ecos de la gloria ya no renacen.