
Campos verdes al atardecer,
refugio que en vejez se ha de querer.
Los campos verdes, ansia de perderse,
y en su verdor, quizá desaparecerse.
Bosques de árboles que al cielo claman,
con llanto y con suspiros lo proclaman.
Quieren tocar lo que no es tangible,
anhelan un destino inalcanzable.
Iglesias, rezos, limosnas finales,
rutinas de los días terminales.
Cuando el cuerpo sufre y va gritando,
en la cama las manos van rezando.
Manos marchitas, otrora valientes,
que lucharon con fuerzas evidentes.
Justo o injusto, ¿qué importa al final?
Solo queda rezar en el umbral.