El sol entre los cañaverales,
las risas y juegos de morenos chavales,
olas con crestas alzadas,
cuerpos en el agua animada,
y el mar que observa cómo atardece,
miradas en arena blanca que parece
sonrisas bajo luna llena,
sonidos de hierbabuena,
mientras cae el sol y nace la luna llena.
Nos trae la sombra, aire que enfría,
viento húmedo, agua en su melodía,
blancos caireles en el atardecer,
tormenta, arena movida al correr,
que alivia los secarrales al fresco,
y la mirada perdida entre el matorral y el césped.
Donde se pierde la tarde y el sosiego trae vida,
cuando el alma cansada al fin respira.
Después de cuerpos abatidos y almas agotadas,
respiro breve, pausa en eternas jornadas,
llega el invierno con frío en su lugar,
y la ilusión se pierde en el cañaveral del mar.
Donde comienza a correr el aire que el mar ofrece,
regalo de días, que en la noche fría desaparece
hacer de nuevo el día, con solo su recuerdo,
en la noche eterna, algo en frio envuelto.