Historias que se cuentan al anochecer,
para que los niños puedan adormecer.
De héroes valientes, de santos honrados,
de diablos perversos, de bandidos osados.
De lo que se ve, pero no se escribe,
de sabios animalillos, de tontos que viven.
Siglos han pasado y todo es igual,
historias que creer, aunque sea irreal.
Aunque hayamos crecido, seguimos soñando,
sabiendo que hay cosas que no están contando.
Porque lo que ocurre, no se debe escribir,
debe ocultarse para no sucumbir.
Si no se mantiene en el fondo escondido,
la esperanza muere, queda en el olvido.
Y al morir la esperanza, todo se apaga,
nada ya vale, la ilusión se deshilvana.
Los cuentos se pierden, en el aire fluyen,
y las viejas historias de héroes se diluyen.
De enanos valientes, salvadores gloriosos,
se olvidan del todo, en sueños borrosos.
Ya nada merece que el cuento se cuente,
pues el alma vacía de ilusión, te deja inerte.