Viejos Bolígrafos

Estoy mirando a mi alrededor, y me doy cuenta de que muy normal, lo que se dice muy normal, no soy…, intentare explicarme: a mi derecha se encuentran multitud de tarros llenos de bolígrafos, lápices, plumas…, cualquier cosa que sirva para escribir a mano, pensando más que todo en que normalmente escribo en el ordenador y como medio de introducción, un teclado mecánico, más duro que el cuerno de una persona con muchos trienios.
Pero lo cierto, es que, a pesar de todo, continúo escribiendo a mano, con cualquiera de los bolígrafos, plumas, estilos… lo que sea, me gusta, eso y la costumbre.
Bien es cierto que escribo en el teclado con una velocidad de película de secretarias, pero siempre amo el desarrollar muchas cosas con algo que sienta entre mis dedos, en concreto, esto es, la poesía, los relatos cortos, muy cortos, y las reflexiones, ¿Por qué?, ni idea, pero es así.
Me ha salido un callo en el dedo índice de la mano izquierda, lo que llaman el dedo del escritor, como si fuera una medalla al valor literario, cuando solo es una putada que te duele, que hace que escribas evitando hacerte daño, lo que consigue que algunos dedos tomen posiciones que no debían…, al final, todo descentrado, otro hándicap más que solventar, una losa más en un empedrado que cuesta trabajo de subir, pero así sea, no pasa nada, nunca pasa nada.
El caso, es que, a mi lado, exactamente a mi derecha, cerca de la ventana que tiene mi despacho, reposan cientos de lápices, bolígrafos, plumas…, si, cientos, no diez ni doce, ni nada parecido, cientos, ¿Por qué?
Fácil, por lo menos para mí, es barato, muy barato, más, si los compras en esas cantidades, lo que hace que no cause menoscabo a tu mísera economía, la cual hace más agua que los baños de Popea en año de lluvias, el caso, es que no es necesario, con un par de ellos, tendría suficiente, pero no es así, intentaré explicarme.
Son las asignaturas pendientes: cuando estudiaba, en mi casa no faltaba nada de comer, nunca, pero de lo demás, ya era otra historia, más para mí, varón en competición con un padre sin miramientos, que el gasto en mi era dispendio, inutilidad fehaciente, y capricho de enano malcriado, enano enorme, pero enano, volvamos a lo dicho, pues continuo; era buen estudiante, y mejor escribidor, parodiando a los próceres de las letras sudamericanas, si, los que están intentando crear otro idioma que no sea el castellano, bromas reales aparte, escribía de continuo, y guardaba los pocos lápices y bolígrafos que tenía en un plumier, que algunos no sabrán lo que es, yo sí, pues el mío, habría hecho un buen par de guerras, no de los cien años, quizás de unas docenas, pero de las de intensas batallas, y lo digo, porque los pocos articulaciones que tenía, crujían como si les dolerá el hecho de continua con vida, de continuar siendo activada, contando además con que la madera, era ya henchida hacia adentro, es decir, deformada y contraída, de tan forma que cerrar en forma, misión imposible, siempre se abría, así que tenía que estar sujeto con unas gomas, que al romperse, volvían a derramar el contenido del mismo en el sitio donde le pillara, como colitis de pobre.
Pues bien, dentro del mismo, el contenido sufría de la misma enfermedad, bolígrafos chinos, una pluma sin tinta, solo para fardar, que aún no me habían quitado, pues en mi colegio el más honrado, era una maricona vieja de las malas, que le vamos a hacer, era vivir dos años adelantado con gente que estaba en quinto de primero, pero así era la cosa, lo cierto, es que dentro de la morralla, dos bolígrafos que merecían la pena, un BIC de punta normal, al que cada vez que veía bajar la raya de la tinta, me ponía de los nervios, pues escribir con él, era, como paja de mozalbete, graciosa, rápida, bien ejecutada, y con arte, y a su lado un BIC, pero de los de punta fina, que me miraba, como el compañero que he descrito, como una vieja maricona, pero de puerta de baños públicos, que se reía cuando quería escribir con él, pues tenía partido el enganche de la cabeza de escritura, con el plástico naranja, que a pesar de estar pillado con cinta aislante, siempre, al girarlo, la cabeza salía, cortando el rollo, la idea, lo que fuera, así que ese trazo fino, me estaba vedado, pues además no eran similares las cabezas de los dos BIC, con lo que no podía intercambiarlas.
Del resto de útiles de escritura, mejor no hablar, bolígrafos chinos de los que había que calentar, que mover con ansia, para que al poco dejaran de nuevo de cumplir su función, eso con buen tiempo, en el frio…, un excremento de persona humana de proporciones considerables, porque lo único que podías hacer era dejar clavado el trazo, para después, con un lápiz, dándole a continuo, pudiera marcarte en negro, lo que querías escribir.
Así, que así me veía, con dos putos bolígrafos, que cuidaba como si fueran mis hermanos, cuantas palizas he dado y me he llevado con los que perjuraban que eran suyos, después de meter esas manos largas…, demasiado, no, nunca demasiados, eran mis BIC, se muere por ellos, que eran los que habían producido el callo de mi dedo de escritura, otro, pero más honorable si se quiere ver así, pues nació de mis peleas, apenas sin conocimiento con el lenguaje de esta nuestra tierra, del cual, después de algunos años más, continuo peleándome.
Así que ya sabe el porqué de la cantidad de bolígrafos, de lápices…, carencias, putas carencias, que el niño que se mataba en el Carmen, sigue siendo el mismo, con carrera, con patentes, con títulos, con mil cosas, pero que le tocas un BIC, y te juro que las dos hostias no te las quita nadie, vieja maricona de urinarios públicos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *