Extraña vida, colores desvaídos,
sensaciones confusas, pasos perdidos.
Frío en verano, calor en invierno,
cielo lejano, cercano infierno.
La cabeza revienta, el alma arde,
el frío del hielo en la calmada tarde.
Y un corazón que parece estallar,
venas que se hinchan, palpitar.
La luna mira, solo desea observar,
suspiros de pechos que no pueden más.
Entre los olvidados, vidas truncadas,
acaban sin haber sido siquiera empezadas.
Quejido amargo de un corazón destruido,
la esperanza muerta, por el tiempo abatido.
Frías paredes de la umbría oficina,
sin luz, sin candela, ni una chispa divina.
Cuerpos ateridos, sin calor ni vida,
tristeza por el que se va, partida decidida.
Pero más alegría sientes por quedarte,
muerto a la monotonía, sin soñarte.
Nada sientes ya, en esa marcha sibilina,
que pasa a tu lado, que solo se adivina.
Ni siquiera te mira, su paso es ajeno,
y tú te quedas tranquilo, frío y sereno.