La Vieja Casa (Rima)

La vieja casa
con sus tresillos abandonados,
con las llaves siempre colgadas,
y los percheros olvidados.
Dormitorio abigarrado,
de esperanza aún lleno,
colchón de espuma desgastado,
levantares ya sin sueño.
Grandes estanterías partidas,
de libros llenas y desmedidas.
Esa mesilla de noche,
casi vacía, sin reproche.
Lámpara muerta y olvidada,
el flexo ardía en la madrugada,
para el estudio, para el alma
ahora, tranquilo, queda en calma.
Esperanzas que ya están muertas,
como viejas puertas abiertas.
No llegar a ningún lado
es algo como un legado.
Todos se fueron un día,
se vendió por casi nada,
y hoy en esta noche fría
recuerdo aquella jornada,
los miedos y las esperanzas,
y el alba que nos cegaba.
Tiempos de sky y de broncas duras,
de madres con reprimendas puras,
cuando el maldito dinero,
esa paga tan liviana, tan ligera,
era ese maldito todo…
y no era nada aunque quisiera.
Pasillos de blanco sucio,
tantas veces recorridos,
siempre el mismo prejuicio
y caminos ya perdidos.
Tardes llenas de temores,
esperando nuevas auroras,
que traerían mil horrores,
ocultos tras negras sotanas.
Paseos hacia el infierno,
peleas que nunca ganabas,
invierno frío y eterno,
mañanas donde temblabas,
helado de un frío interno
que el alma ya congelaba.
Hijos de aquel mal despierto,
ratas que andan en la espera,
creciendo con odio cierto,
y muerte en cada pelea.
Tu pobre alma inocente
nunca supo lo que era,
mientras las ratas vivientes
te comían como fiera.
Animales sin conciencia,
esperando su salida,
para en crueles coincidencias,
devorar alguna vida.
No fue feliz infancia,
ni nada que lo dijera,
fue la cruel abundancia
de ratas en su raedera.

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