
El mundo cambia,
ahora se ensombrece
con la nueva cara del hombre
que a las orejas se ofrece.
El tacto de las manos,
de esas nuevas manos,
que sudan por dentro,
y son lisas en sus planos.
¿Podremos besar a los nuevos amores?
¿Rozarnos solo por rozar,
amarnos sin conocernos,
o simplemente besar?
El mundo nuevo nace,
porque este ha muerto,
de gastado, de vivido,
de cansado y desierto.
Ahora dejamos a los nuestros
la muerte en ARN mutado.
¡Viva la muerte!,
nos grita el eco apagado.
Y agacharemos la cabeza,
confinados en el alma
de cuerpos asustados,
y caminaremos sin calma.
No mires a nadie,
que es pecado.
Hablar ni hablar,
tocarse es algo vetado.
¿Está enfermo?,
pregunta el desconfiado.
¿O es así de delgado?
Mira cómo tose,
ese, si no es enfermo,
seguro que contagiado.
Anticuerpos, anti almas,
muerte de muertos sin vida.
¿Qué queda?, no lo sé,
la respuesta está perdida.
Escucho una canción triste,
de desapego en inglés,
pero la entiendo igual,
aunque el sentido no ves.
Ya no hay nada que valga la pena,
todo se acaba sin razón.
¿En qué piso vives?,
o mejor, ¿en cuál esperas la absolución?
Puertas cerradas a cal y canto,
muertes numeradas al paso,
y se olvida la vida
mientras se cuenta el ocaso.
Penas del ser humano,
¡para lo que hemos quedado!
¿Qué futuro nos resta?,
¿futuro? Apenas el presente ha hallado.
Pobre animal, antes cosmopolita,
ahora enjaulado,
si sales, mueres,
en cualquier caso, condenado.
Dilema de mal o peor,
la vida se acaba, todo se esconde,
cabalgado, pisoteado,
por mentiras que responden.
“Tranquilos, hermanos,
estoy aquí como salvador”,
proclama un cristal plano,
sin alma, ni corazón.
Y los muertos mueren,
como antes,
pero ahora en soledad.
¿Se nos olvidó gritar,
cuando castrados fuimos
en nuestra humanidad?
Morir en cámaras de gas,
o en pisos soterrados,
¿tanto miedo a la muerte,
que mueres esperando?
No hay salvador,
solo lobos te rodean,
cordero imbécil,
mientras tus miedos te llevan.
Solo lobos sobrevivirán,
y tú, al matadero irás.
¿Crees que todo esto
es por ti, sin más?
Es por ellos, no por ti,
tú solo eres un número más,
engrosas estadísticas
que el poder quiere mostrar.
Pero esos números son muertos,
y no todos están,
¿faltan? ¿Están muertos,
o aún en pie, sin más?
Estoy contagiado de soledad,
de vergüenza de nosotros,
de vosotros, de ellos, de todos,
de este mundo roto en escombros.
¿Virus? No, falta de inteligencia,
mezclada con maldad,
la receta de nuestra patria
que al fin morirá, sin piedad.
Como otros, como tantos,
¿Qué más da, a quién le importa?
¿Quién lo contará?
¿Quién lo escuchará?