
Tu mirada perdida en el infinito
tu cuerpo sobre el mármol,
desnudo, sintiendo su frío,
la sombra que desafía
a un cálido mediodía.
Sé que me esperas
para dormir a mi lado,
bajo la higuera, bajo el granado,
en las horas más calurosas del día.
Y terminaremos, como acabamos
por azares y deseos todos los días,
en el abrazo cálido que tu cuerpo ansía
y el mío desea con ardor y osadía.
Y vendrá la tarde,
despertándonos la fresca brisa
que desde la montaña nos avisa.
Me sonreirás,
amaré tu sonrisa,
besaré tus labios,
y te amaré de nuevo,
hasta que algún día, pasado el tiempo,
bajo la higuera, bajo el granado,
no quede nada, ni tú, ni yo,
amada mía, en este prado.