
Sueñas con lo perdido,
Con aquel amor prohibido,
Extraño, siempre añorado,
Que te arrebataron un día,
El que casi habías dejado,
Como en cuentos encantados,
De la princesa y el lacayo.
Recuerdas el cruel dolor,
La angustia, el vil desprecio,
El alto precio a pagar:
El destierro, la humillación,
Y el alma en rebelión,
Apoyado en su belleza,
Luchando sin condición.
En un lugar desolado,
Donde los que mandan crueles
Someten sin compasión
A los que obedecen fieles,
Mas, pegada a tu espalda,
Tu amada, siempre alentando,
Te brindó el valor necesario
Para seguir peleando.
Calamidades te acechan,
Dificultades te embisten,
El mundo parece agrio,
Despiadado y terrible,
Pero entre las nubes grises
El rayo de sol reluce,
Único, tan brillante,
Que hace todo más fácil.
Las heridas ya no duelen,
El corazón firme late
Al ver esos ojos fieles
Que te escogen, a ti, amante,
Tú, que no eres nada,
Te alzas contra todos
Dejando atrás promesas
Congeladas en el lodo.
Sigues adelante,
Con su sonrisa a tu lado,
Ella te ama, te abraza,
Y nada ya ha importado,
Ni los golpes, ni las noches
De trabajos desalmados,
Porque el milagro llega,
Y la esperanza ha brotado.
Del vientre de tu amada
Nace una luz infinita,
Dos sonrisas ahora brillan,
Y tu corazón, tan amplio,
Late con fuerza y con vida.
Imposible derrotarte,
Con ese amor incansable,
Y tras los años pasados,
Miras a tu princesa
Que aunque el tiempo ha cambiado,
Sigue siendo fuerte y pura,
Como el alma que te inspira.
Sonríes y suspiras,
Le tomas la mano,
Y ella, sin duda, te sonríe,
Porque en cada herida,
Cada golpe, cada noche de dolor,
La lucha fue digna
Solo por su amor.
La princesa sonríe,
Y tú, al fin, suspiras,
Sientes paz en el alma,
ella es felicidad, vida.