
Soñé, por soñar un día,
Que el tiempo nunca acababa,
Ni siquiera atardecía,
Porque tu mano, tan cálida,
Se estrechaba en la mía.
Tu sonrisa, en mi alma,
Y mi mano en tu cabello,
Eran paz en la calma,
Y el momento era tan bello,
Que sonreír no costaba nada.
Nada se nos pedía,
Solo esas noches serenas
En que me sonreías,
Juventud de mis amores,
Alma inquieta y traviesa,
Corazones inflamados
Por pasiones que no cesan.
Aún te guardo en la memoria,
Tus ojos claros, los míos,
En las callejas estrechas
De esta vieja ciudad mía,
Oscuridad de aquel beso,
El abrazo compartido,
En rincones escondidos,
Tu cuerpo junto al mío.
Me suben los calores,
Cuando a años vista, pienso
En el brillo de tus ojos,
En la luz de tu semblante,
En tu figura morena,
Que a mi vista se ofrecía.
No fuimos los primeros,
Ni los últimos seremos,
Pero en mi soledad pienso
Que lo nuestro, tan sincero,
Era como el más puro canto,
Como el amor más intenso,
Como el de las callejuelas
Que susurraban al viento.
Apretados uno al otro,
Aún en nuestra inocencia,
Dejamos que la vida
Nos meciera en su cadencia.