Quiero un Pequeño Cementerio (Rima)

Quiero un pequeño cementerio escondido,

Plagado de árboles, en un lugar recogido.

Recoleto entre pasillos escasos,

Donde apenas existan pasos o trazos.

Quiero pasar desapercibido y en calma,

No reposar entre multitudes sin alma.

Que alguien que pase, aunque no me vea,

Sienta mi presencia, aunque no lo crea.

Solo quiero una roca por lápida y esencia,

Blanca, con motas grises, sin presencia.

Con fallos, no con adornos vanos,

Que el musgo crezca entre sus bordes planos.

Quiero sombra eterna que oculte mis errores,

Y hierba fresca que me acaricie con sus colores.

Que la lluvia la moje con lágrimas sinceras,

De cielos y almas, por mañanas enteras.

Que en la neblina de las horas tempranas,

El rocío deje huellas en esas mañanas lejanas.

Que, si es posible, la piedra llorase,

Y la bruma en silencio sobre ella pasase.

Quisiera ese camposanto en mi última morada,

A pesar de no creer en ninguna mirada.

A la sombra de una iglesia discreta y callada,

Que sea el lugar donde mi alma esté anclada.

Aunque nadie visite esa piedra en su estado,

Y aunque mi nombre quede olvidado.

A la sombra de la iglesia y de los árboles altos,

Que mi ser repose en esos lares santos.

Con el rocío de la mañana, en paz,

Entre la niebla abundante, fugaz.

Tendido en el musgo mullido y sereno,

De los atardeceres en montañas de sueño.

Quiero olvidar que he vivido con el peso,

Olvidar las cargas que el tiempo ha impreso.

Dejar el peso afuera, en la sombra sagrada,

Bajo los árboles grandes, en paz y sin nada.

Donde la niebla me esconde del mundo,

Donde mi alma por fin halle su rumbo.

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