Me cansé de esperar a Dios y sus bondades,
De creer en la línea que separaba las verdades,
Lo justo de lo injusto, lo que esperaba,
Ahora solo veo que son nimiedades,
Voluntad de un hombre temeroso,
Creer en un dios misericordioso.
Cuando ese mismo dios no necesita,
A nadie que le ore, que le viva,
Tanta injusticia he visto y he vivido,
Que si existiera dios y estuviera en el olvido,
No sería deidad, sino demonio,
Y su trono sería la desolación del ser humano,
Toda clase de almas, malas y buenas,
Imperfectas, plenas, mismo rasero, sin penas.
Marcando solo con preferencia,
A las que tienen espíritu de hienas,
¿Quién nos otorgó el derecho
De ser los únicos seres, sin deshecho?
Tutelados, amados por los dioses,
Somos simples fantoches, sin voces.
Que supimos encender una tea,
Y desde entonces el fuego no cesa,
Quema todo, lo deja en pavesas,
¿Qué clase de ser inmundo creó tal grupo?
Que se mata, que se hiere, sin justo luto.
Sea cual sea su corazón,
Sea cual sea su alma, sin razón,
Todos tenemos razones, para matar,
Lo tenemos en el alma, sin cesar.
Si alguien nos creó, supongo que tiene más tara,
Y si al morir lo encuentro, con mirada rara,
Creo que no diré nada, sin hablar,
Si es tan listo, que adivine, sin chocar.
La decepción es mía, la maldad suya,
Y el diablo solo existe en novelas baratas, sin ruya.