Hoy me ha venido a la mente,
recuerdos de tiempos pasados,
de noches con solera ardiente,
en veladores tan venerados.
De mármoles en la esquina,
de aquel seis intransigente,
calamares de la cocina,
saludos de gente presente.
“Buenas noches, Don Pedro”,
mi padre agacha la mirada,
sonríe sin gran destello,
aunque la sonrisa es forzada.
“Otra de japutas calientes”,
gambas en plancha olvidadas,
de gaseosa Pijuan, ausente,
y de Mirinda olvidada.
Sansones tirados al suelo,
de búsquedas nocturnas sin cesar,
ir a por agua, un duelo,
sin molestar al camarero al pasar.
La luna clara, brillante,
ilumina el parque cercano,
un san Rafael triunfante,
en la noche, su manto llano.
“Ya corre un poco de fresco”,
aunque nada se mueve aún,
mi madre sonríe con encanto,
la noche brilla bajo su luz.
Nunca fumó mi señora,
pero en noches sin reproche,
tomaba un cigarro, señora,
con una gracia de broche.
Con inocencia y belleza,
sus labios apenas tocaba,
mi padre la miraba, embelesado,
y en su amor siempre se hallaba.
Ese humo en su garganta,
no pasaba de la novedad,
mi madre era la más bella,
mi corazón, su lealtad.