El mar, una mujer, y tras de ella,
El atardecer que el cielo sella.
Barcos en la lejanía, sus sirenas al sonar,
Y gaviotas en algarabía, que no dejan de bailar.
Cuerpo de arena, brisa marina en flor,
Cabello de rizos del mar, con mi dulce amor.
Invitación a la vida, a la maravilla sin par,
Que anhelo amar, en su mágico lugar.
Sol que se oculta tras la montaña arenosa,
Dunas que se mueven en danza lenta y hermosa.
Enjaezadas inútiles, intentando competir,
Con tu belleza sublime que me hace vivir.
Dos faros de luz iluminan la tarde final,
Henchidos por mis labios, en beso sin igual.
Tu talle de piedra marina arde en pasión,
Y en tu cola partida pierdo mi razón.
Me dejo dormir en el calor de tu latido,
De tu estrechez divina, en tu abrazo perdido.
Vengo y me voy, aunque no lo deseo,
Te tengo y estoy, en un sueño que me veo.
Viviendo, muero del simple pensar,
De que este momento pueda terminar.
Miro las candelas bajo tus cejas,
Libertades rojas que esconden sonrisas bellas.
Dejo caer mi ser, en tu sueño profundo,
Y en ti vuelvo a vagar, perdido en tu mundo.
En tus vacíos que lleno, en caminos sin fin,
Sueño que vivo ahora, y ahora estás en mí.
Arremetido en la cama, con tu esencia dentro,
A pesar de que te fuiste, en mi mente te tengo.
Tus oquedades, que creía olvidadas, Son llenadas por el amor que me dabas.
PCGC Siete de Abril de 2.021
Tercer año de Soledades
Pintura de Sergio Martínez Cifuentes