Desde La Atalaya (Rima)

Llega el verano con su ardor y su amenaza,

todo se pudre, la vida se arrasa.

Temo morir bajo el sol abrasador,

el frío conserva, pero el calor es traidor.

El calor no perdona, todo huele a muerte,

podredumbre y quemadura en cada ambiente.

Perros atropellados en la carretera,

el sol se ceba, la muerte nos espera.

Como focas varadas en la arena,

se queman cuerpos, sin pena ni cadena.

Esculturas inanes, quebradizas,

cuerpos acabados, vidas marchitas.

Miles se asoman, como si no fueran nada,

buscando en la plata una cura ilusionada.

El más fuerte siente su mortalidad,

el débil ya lo sabía, con creciente ansiedad.

Orgías de sexo, alcohol y tocino,

la realidad no perdona, es un cruel destino.

Pronto volverás, a tu soledad,

a tu nicho, a tu rutina, a la misma oscuridad.

Noches estrelladas, felicidad falsa,

te ríes como imbécil, el final avanza.

Pobre hormiga, laborando en vano,

cuando desaparezcas,

solo serás un recuerdo lejano.

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