1985. El Pregonero. Solo ante el Peligro

Uno de los relatos publicados en el Pregonero, el semanario del Ayuntamiento de Córdoba, en el que colaboré, a pesar de muchos, durante un tiempo.

Es grande el lapso pasado, espero que, a pesar de la añada, sea de su agrado.

Pregonero Nº 27 16 febrero 1985

SOLO ANTE EL PELIGRO

Pedro GONZALEZ

           El hombre, sintió de pronto, como una aguda punzada le corroía todo el vientre, era imposible, pero allí estaba, en el más recóndito paraje del universo, se encontraba una Delegación del Dios Impuesto, aquello era más de lo que podía soportar, no dudó, sólo le quedaba una solución, evacuar, y sin más trámites, se bajó los pantalones, y evacuó.

           Para su sorpresa, observó, cómo entre sus normales excrecencias orgánicas, flotaban pequeños pedazos de papel; extrañado, ante tan extraordinario suceso (apabullado, en suma), se inclinó, con riesgo de la integridad de su aparato olfativo, y con un valor rayano en la osadía (haciendo además un derroche de dioptrías) observó cómo las letras de los citados trozos de celulosa componían la palabra Informe, tal y tal, Dictamen, tal y tal, anonadado, se recostó, sobre un sillón a tal efecto puesto, y pensó:

-Dios mío, he evacuado dictámenes e informes, jamás me lo perdonaré, no podré vivir con esta mancha.

           Al decir estas palabras, hizo un amago con la mano, para enfatizar el tono, con lo cual, dio contra la calavera de un cadáver, que yacía sentado a su lado, en el sillón referido, la cosa armó mucho ruido, pues al citado cadáver, se le descocó la testa, dando en el suelo, con gran aparato de sonidos, en un do menor hermosísimo.

           Extrañado, y un poco asustado (aunque no era el primer cadáver que podía ver en un antro de tal clase), observó, como el muerto, con los tarsos y metatarsos, agarraba agónicamente, una Instancia Religiosa, a la cual le faltaba como requisito, para su curso, la sola presencia de una póliza del Instituto de Estudios de Huérfanos de la Realeza Austrohúngara.

           En ese momento, como si un rayo taladrase sus sesos, comprendió el porqué del cadáver mencionado, y comprendió también, el acto desesperado, que había hecho que el hombre se quitara la vida, él, también lo hubiera hecho, esperar en más de veinte filas, veinte mil pesetas en pólizas, y ya en la última cola, sentirse relegado al faltarle la antedicha póliza, lo comprendía.

           Ensimismado en estos atroces pensamientos, no se había percatado de la presencia de un triste personaje, que calado de gorra de sopera (más que de plato), le contemplaba con aire servicial.

-Perdone, pero, ¿ha terminado el señor de evacuar? -le preguntó el sujeto.

-Yo, sí, ¿por qué?, contestóle.

-Verá el señor, es que, a su Ilustrísima, le faltan para recibir el plus de Trabajo Religioso, una docenita de Dictámenes, y si el señor ha terminado, le pedirla permiso, para ahondar en sus recuerdos, en busca del Dictamen perdido.

-Busque, busque, como si fuera suya.

-No señor, no es como si fuera mía, porque en ese caso, no me daría asco, como me está dando ahora, pero el deber es el deber, y uno es un currante. ¿Comprende?

-iComprendo! no se prive de indagar.

           Con gesto de hastío, el referido acólito, se remangó las mangas de la camisa, y se metió en la mierda hasta los codos, pero, como persona acostumbrada a tal menester, terminó su cometido pronto, y lleno de un perfume de deber cumplido, se dirigió hacia una puerta pequeña, que existía al lado de la enorme principal, la gente respetando tal dignidad, se apartaba, dando la cara a otro sitio, seguramente por respeto.

           Nuestro héroe, armándose de valor, se encaminó, hacia la enorme puerta de aquél antro, todo aquello le daba pavor, en la puerta se veían repartidos, por aquí y por allí, osamentas humanas, que habían sido inmoladas en la pira del cruel Dios Impuesto, de la Diosa Tasa, y de su hijo Exacción, más conocido como Parafiscal.

           En esto que estaba, cuando de pronto, vio, cómo unos individuos malcarados portaban atado de pies y manos, y engarzado en un palo, a un sujeto que imploraba perdón y suplicaba que le dejaran libre, las lágrimas caían de su contraído rostro, pero aquellas personas sin sentimientos, parecían no oír los lamentos desgarradores que partirían el corazón de un buitre, y el pobre hombre, seguía llorando y clamando:

-Dejadme. por el amor de Dios, se me hizo tarde, no realicé el sacrificio trimestral, pero perdonadme, no volveré a hacerlo.

           Como sordos, la triste comitiva penetró en los recintos de aquella fortaleza que helaba la sangre.

           Nuestro personaje, pensó claramente en la triste situación que le había tocado vivir al pobre prisionero, sin duda sería inmolado ante el altar del Dios Impuesto. por no hacer el sacrificio trimestral o semestral según la casta en la que estuviera, a pesar de ello, su fin sería terrible, sería sacrificado, los adoradores de este horrible Dios, le harían unos cortes en las venas, y con unas pajitas le succionarían la sangre, hasta dejar a la víctima seca, pero, pensó, que, a fin de cuentas, era el fin que les esperaba a todos, lo que dependía era el tiempo que tardara en tocarle, pero todos sabían que tarde o temprano, más bien temprano. a cada marrano le llegaría su San Martín.

           A pesar de todo, no cejó en su firme resolución de penetrar en aquel malsano paraje, no sabía si saldría. o cómo saldría. pero sí tenía claro que entraría.

           Con miedo en las venas. asió el tirador de la colosal puerta, y sintió cómo la sangre se le espesaba al oír el chirrido que generosamente la antigua puerta le regalaba.

           Al asomar la cabeza en el interior, pudo observar un lóbrego y tétrico ambiente, millones de telarañas recorrían impunemente, de Oriente a Occidente toda la sepulcral estancia, y en el centro, rodeado de tinieblas, pudo ver a un siniestro Personaje, que, vestido totalmente de negro, le ofrecía la más sibilina de sus sonrisas.

-Buenos días, alegre contribuyente, ¿quién lo ha traído?, la Brigada contra la Defraudación en Sacrificios, los Guerreros de la Sacra Orden de la Recaudación, o la Banda contra el Delito Sacrificiario, le preguntó el oscuro personaje.

-Pues no, señor, he venido solamente, y si puede ser, a pedir una cosa.

– ¿No me diga que ha venido aquí voluntariamente?

-Pues sí señor, le respondió nuestro héroe, querubínicamente.

-Me llena de ternura, el ver que aún hay un ciudadano que implora la gracia de Nuestro Dios, a quien adoremos muchos años, aunque también me llena de sorpresa el verlo aquí. No obstante, y como recompensa a su fe en nuestro Máximo, tendré a bien, y sin que sirva de precedente, el hacerlo pasar a mi superior inmediato, a quien Dios guarde muchos años.

-Es gracia que espero alcanzar, Ilustrísima.

-Ilustrísima, no, solo Excelencia, aún no he sido elevado a tal rango por el Sínodo de Sacerdotes Monetarios, aunque lo merezca, que bien lo sé, pero, no se entretenga, pase, pase.

-Gracias, muchísimas gracias, su Excelencia llena mi humilde persona de una fe inenarrable.

-Esto no es nada, recuerdo que hace quince años, cuando vino el último ciudadano que entró por su pie, y nunca mejor dicho, me porté aún mejor con él, aunque parezca imposible, y ahora le dejo con mi Ilustrísimo Superior.

-Le vuelvo a reiterar las gracias.

-Reitérelas, reitérelas.

           Dicho esto, nuestro aventurero personaje, se adentró en una oficina, que, pintada de negro, ofrecía un aspecto un poco más alegre, debido a los miles de manchas blancas, que representaban a otros tantos ciudadanos en el acto de chuparles la sangre.

           De pronto, inesperadamente, surgió de entre los montones de carpetas y legajos apiñados sobre la mesa, un pequeño sujeto, que, con cara ratonil, le preguntó:

-Perdone, ¿en qué puedo sangrarle?, quiero decir, ¿en qué puedo servirle?, perdone, pero es la falta de costumbre, no suelo tratar con el público tan asiduamente, y me pongo nervioso.

-Hoy, ha sido un día de arduo trabajo ¿no?

-Hombre, imagínese, después de quince años, coge usted y me viene hoy, imagínese lo atareado que estoy.

-Lo comprendo, y le agradezco, el que haya podido recibirme este mes.

-No es nada, nada. Pero dígame, ¿cuál es el motivo de su inesperada visita?

-Verá usted, es que mire, yo hice, hará cuestión de seis meses un sacrificio en el cual les ingresé un veinte por ciento más de lo que debía, y quería saber, si pueden reintegrármelo. ¿Comprende?

           Las palabras de nuestro personaje, sonaron como una detonación dentro de aquel recinto, donde se oían por primera vez desde su creación, la cara de su Excelencia, experimentó en un momento, toda la gama de colores que posee el arcoíris, y algunos más que tuvieron la oportunidad de descubrirse en aquel momento.

           Cuando el sacerdote terminó, como impulsado por un resorte, se cayó de espaldas, y balbuceó:

-Pero, pero, esto no me puede suceder a mí, seré el hazmerreír del gremio, ningún colega me dirigirá la palabra, seré la oveja negra en un rebaño de lobos, esto es … ¡imposible!, no puede sucederme, este tío está loco, qué desfachatez.

-Pero, oiga, que no he dicho nada que no figure en nuestros sacros derechos.

-No, no se preocupe, no pasa nada, voy a consultar con mi superior y resolveremos.

           Cabizbajo y meditabundo, el religioso se escurrió adentrándose en una puerta, semioculta tras un biombo chino.

           Al momento, comenzaron a escucharse voces, imprecaciones y jaculatorias en la supuesta habitación, que debía encontrarse tras de la puerta citada, pero ahí, no quedó la cosa, se oyeron gritos y susurros, aullidos y alaridos, por fin alguien salió a la vista de nuestro héroe.

           El individuo en cuestión, no era el mismo que había entrado, este era más alto, casi cadavérico, y de una mirada dura como el acero al cromo-vanadio, venía limpiándose las manos de sangre en un pañuelo.

           Como un escopetado, sin más, dijo:

-iHereje!, ¿cómo osas turbar el descanso de aquellos que no descansan para que tú estés siempre trabajando? Caerá sobre ti una lluvia de excrementos y tus herederos nadarán en un barrizal orgánico.

-Verá usted, yo solo venía a lo dela devolución, dijo nuestro amigo.

-Satanás te envía, y te hace pronunciar palabras blasfemas, recrimino tu maldita conducta, y te conmino a que reniegues de la causa innoble que perturba la paz del asilo de la sabiduría.

– Pues mire, lo que es renegar, no reniego, es que, si no, no llego a final de mes.

-Maldito, tú te lo has buscado, si quieres una blasfema devolución la tendrás, pero si sólo se trata de conturbar la paz de este sagrado edificio, morirás, presa de horribles convulsiones.

-Estoy dispuesto.

-Bien, empecemos, arrodíllate, y comienza a sacar, una instancia por triplicado dirigida al Superior, visada por el Consejo de Deméritos, y firmada por tu abuelo y una prima política segunda, un certificado de vacunación de viruela por quintuplicado, firmada por un tribunal compuesto, como mínimo, por doce médicos …

           Por la boca del oficiante, empezaron a salir Instancias, Certificados, giros, duplicados, triplicados, etc., etc., sin embargo, como por un milagro, nuestro héroe, comenzó a sacar de los más recónditos lugares de su cuerpo, cientos y

cientos de papeles y legajos.

           El sacerdote cambiaba su rostro de demudado, a faz agónica por momentos, revisó una y otra vez los papeles y con terror contempló que estaba todo, ¡completo!

           Aquello era superior a lo que podía soportar, hizo lo que era necesario, abrió un cajón lleno de polvo, en cuyo interior existía un botón rojo, tapado por las telarañas y sin pensarlo más lo apretó.

           De pronto, todo salió por los aires, el siniestro edificio y sus ocupantes, a tenor de la explosión, saltaron hechos pedazos.

           Desde una loma, el Movimiento para la liberación de los Ingresos, oraba, por el alma del mejor de los suyos, caído en acto de servicio, y por el nuevo gobierno que podría nacer a partir de aquel heroico acto.

           Y en la llanura, del tétrico edificio, sólo quedaba, como recuerdo de su enormidad, un cartel metálico entre los escombros, en el que se leía: COGER, COGEMOS, PERO LO QUE ES DEVOLVER, NO DEVOLVEMOS.