La Lluvia Continúa

La lluvia continúa, como si fuera el bálsamo sanador que todos esperábamos, la sequía es algo que conocemos, y bien, por desgracia, y la que nos azota, es despiadada, quizás con esta agua…, pero no nos alegremos antes de tiempo, todo es toro hasta el rabo …

             Ya la noche se ha apoderado de todo, es el mejor momento, cuando el ruido desaparece, y deja que se oigan los solitarios chillidos de los que se niegan a encerrarse, de los juerguistas, de la policía, de los bomberos, que están todo el día, pero que no se oyen, ahora sí, el silencio los hace audibles, que no visibles, la mayoría de las veces.

             Enciendo un cigarro, ya estoy solo, no molesto a nadie, una calada, de las de llegar hasta… ya saben lo que sigue, el caso es que es benefactora, aunque me mate, el día ha sido pesado… como todos, y miro las volutas de humo que quieren coronar hasta el techo, como si fuera una meta en la que el triunfador pudiera continuar viviendo, cuando no es así, aunque el mundo de las volutas…, se me va la cabeza, sí, es el privilegio de los viejos sillones, de los flexos decimonónicos, de los de luz amarilla, de los de consumo privilegiado en el gasto, de los que nos han acompañado siempre y que permiten esa magia de la retrospección, de volver a los lugares en el tiempo que se perdieron en la bruma de unos recuerdos apenas cogidos con pinzas.

             Suspiro, ya ha pasado mi tiempo, ahora soy algo que recordar, bien o mal, eso me da igual, el que me odia, que me odie, el que me tenga cariño, que siga con él, o que lo descatalogue, ya no vivimos de nadie, no necesitamos a nadie, aunque los tengamos, como decirlo, por comodidad, por inseguridad, pero si éramos independientes, ahora queremos serlo más, porque al final, descubrimos lo que sabíamos de siempre, que el hombre, la gente, las personas, incluido uno mismo, son animales malvados, egoístas y tristes, que al final, se quedan en nada, en seres que pululan una vida…

             Vaya que estoy bueno, las noches de lluvia, cuando se abren los cielos, dejan caer sobre los seres humanos cantidades ingentes de nostalgia, de añoranza, de recuerdos que no son deseados, mucho menos pedidos, pero ahí están, enredados en tu mente como sarmientos, como sarmientos duros, de los que imposible escapar, y es cuando vienen a la cabeza los recuerdos de los que se marcharon y se echaron de menos, que se han ido muchos, pero pocos son los que son recordados, y esta noche vienen, y aparecen nítidos en la memoria.

             La noche pasa de algo somnoliento, de descanso, a algo triste, gris tirando a negro, haciendo que la soledad sea algo terrible, que el cigarro desaparezca de la tentación de encenderlo, y piensas que si vas a la cama…, será peor, las mil vueltas están aseguradas, el levantarte medís hora, una hora después, con el corazón en la boca, es algo cierto, y esperas en el sillón, no, mejor te levantas, abres el cajón de la cómoda, ahí están, como siempre, abres el frasco, tomas una, ni agua ni leches, a la boca, se deshace, es fuerte, cinco miligramos, antes con una…, pero eso era antes, ahora necesita algo fuerte, como el dolor que sientes ahora mismo, y que no quieres sentir.

             De nuevo en el sillón, el cigarro que se enciende, automático, como si no fuera él, las volutas de humo, al poco, vuelven a ser solo volutas, los recuerdos, solo recuerdos descafeinados, que pasan sin  herir, si, la noche no es fea, la calle esta húmeda, comienza a llover de nuevo, y en tu cara nace una sonrisa, quizás de un imbécil, de alguien sin tronco encefálico, quizás de…, ¿qué más da?, todo está bien, la volutas suben al techo, en su interminable carrera, sonríes, el cigarro se consume en el cenicero, intentando llevar la punta consumida hacia arriba, y tu miras a la amarilla luz del flexo, porque aunque no te has dado cuenta, duermes, descansas al fin, y piensas, antes de que la nebulosa te envuelva, que es una buena noche, que la humedad, que la lluvia…