Hoy empiezo un nuevo libro, como tantas otras veces, y los que me conocen, pocos y cada vez más someramente, me preguntan por qué escribo tanto si al final ni los publico.
La razón es sencilla, apabullantemente sencilla, es la droga que hace que me olvide de la realidad viscosa, desvergonzada y cainita que nos rodea.
¿Tengo que estar con el alma en vilo por las locuras del tal Maduro español?, la verdad es que debería, como que sé también que nos comeremos lo que nos echen, nos ha caído la peste negra en forma de prócer patibulario, y como nos da igual, pues otro más, yo, huyo, y que me meto en mi mundo ilusorio y al final, hago como los demás, pero con la facilidad de que realmente no pienso en nada de lo que imagino que sucederá, si no cambia, y que será una pesadilla venezolana, que siempre habrá quien le guste.
Mis personajes son los que quiero, aunque sean malos, pero sé que solo hacen daño al que los lee, y me quedo con ellos escondidos en mi memoria, así, poco daño puede hacer, pues el placebo de la tele no me sirve, sino la medicina de mi loca imaginación.
Por ello seguiré escribiendo, y disfrutando, que el pago no es en moneda, sino en la satisfacción de crear algo, quizás mucho más malo que bueno, pero que me vale en lo que quiero, que es, a fin de cuentas, ser feliz mientras lo escribo, lo demás