La Liga de los Justos

La Liga de los Justos

-Buenos días.

Alfredo mira a la persona que le ha hablado, llevaba un día de los de matar de trabajo, y como buen funcionario, alérgico al mismo, sudaba hasta por sitios que no conocía.

Alto, gordo, con una barba que le llegaba hasta el cinturón, que no se podía ver, por lo demás, afeitada la cabeza, ojos de bien caídos, mirada de animal de presa, con sus buenos redondeles de cansancio, de maldad, o de obesidad, y pensó que a él que más le daba, pero hoy especialmente, el gordo, ahora, la madre que lo parió.

-Buenos días, ¿que deseaba?

-Quería registrar un partido político nuevo.

-Perfecto, pero sabe que tiene que darme una somera descripción del mismo, verbalmente, que además concuerde con la documentación, mi sola valoración, puede hacer que sea registrado o que sea más que registrado, investigado, ¿conoce este cambio legal?

-Por supuesto, -aparece una sonrisa debajo del nido de piojos que es la asquerosa barba, enredada, con canutillos que parece rastas, pero de mierda-, le entregamos las firmas, y lo demás, y ahora paso a comunicarle verbalmente, lo más somera y acertadamente que pueda los principios de mi partido.

-Perfecto, -Alfredo mira con cansancio los montones de papeles que le van colocando sobre la mesa, y ve como traen carrillos con más, menos mal que sus secretarios van retirándolos al mismo ritmo, en otro caso sería una locura.

-Ya hemos terminado, -afirma el de las barbas, como si lo que hubiera hecho fuera digno de encomio.

-Puede comenzar con la descripción de los principios y basamentos de su nuevo partido, y para empezar, ¿cómo se llama?

-La Liga de los Justos.

-Interesante, continúe.

– Mi partido tiene como finalidad, la consecución de los objetivos de igualdad y libertad de aquellos que nos voten.

– ¿Y el resto?

-También, también, -la barba se mueve, como si hubiera sido una broma.

-Aparte, se consolidará la implantación de nuestro partido a nivel nacional.

-Lógico, así son todos.

-Pero, con la exclusión de los demás.

-Es lo normal, no entiendo…

-Que intentaremos que los demás partidos desaparezcan.

– ¿Como?

-Implantaremos un sistema educacional que incida en nuestros principios, comenzando desde la más tierna infancia, para que entronque en el alma de nuevos adeptos que luchen por la fe.

– ¿Fe?

– ¿Fe?, perdone, he querido decir por nuestros principios.

-De acuerdo, si, lo entiendo, pero, ¿en que adoctrinarían a estos menores?

-Un nuevo tipo de justicia basada en la propia concepción de la misma basada en la doctrina de nuestros mayores.

– ¿Eliminarían la actual?

-Sí, completamente.

– ¿Y cuáles serían los castigos?

-Siempre físicos, es lo único que entienden los transgresores.

– ¿Y la reinserción?

-No es posible, el que nace mal, termina peor.

Alfredo lo mira de lado, ¿es una cámara de las de un programa, o una de bromas?, que locura, sonríe.

– ¿Y el papel de la mujer?

-Por supuesto, importante, el marido será el que la represente, o su hermano, o su padre…

-Y la mujer sola….

-Ese es el fallo de ahora, están desprotegidas, los hombres, todos quieren lo mismo, deben de salir acompañadas, cubiertas, y estar destinadas a servir al hombre, por supuesto, ser satisfechas sexualmente por su marido, al que llegarán vírgenes, incluso podrán ser varias, para que se hagan compañía, y para asegurar que no tienen maldad en el alma, a partir de los ocho años, podrán ser dadas en matrimonio, con los deberes maritales que conlleva, me refiero, -sonríe con picardía entre la sucia barba-, al sexo.

-Espere, espere… ¿qué valores tendría una mujer según su partido?

-Ninguno, sería el complemento ideal de su marido, no estudiaría, con lo que el estado tendría menos gastos, y más plazas en las facultades, imagine, todo lleno de médicos varones, que sirven para todo, sin problemas de días malos, -sonríe-, además más policías varones, soldados, una sociedad perfecta.

-Pero, ¿para que quedarían?

-Para lo más sublime, ser fecundadas por sus maridos para la mayor grandeza del país, más hijos, más poder, cuidar de ellos, olvides de caras guarderías, madres perfectas, que se ocultan orgullosas detrás de sus velos.

– ¿Velos?, ¿qué quiere decir?

-La cara de la mujer, su cuerpo, son ofensas que solo consiguen que el hombre se convierta en un aliado de satán, si nada ve, se contendrá mejor.

-Ya solo me falta que las vendieran.

-No, solo cuando se dan en matrimonio, la dote, siempre es importante.

– ¿Y las mujeres que pueden decir?

-Nada, su misión en esta vida, es seguir en silencio la senda, magnífica, que su esposo decida.

-Joder, como está el patio.

– ¿Que quiere decir?

-Nada, nada, continúe, por favor.

-Homosexuales reeducados, es una enfermedad, la reincidencia, una muerte justificada por dios que no quiere saber de desviaciones.

-Coño, ¿que los matan?

-Sí, pero para redimirlos.

-Al que maten le dará igual.

-Pero ejemplificara el camino de los demás.

-Me estoy perdiendo, ¿cuál es el final de su partido?, y concretamos, que la cabeza me va a estallar.

-Llegar al poder, eliminar la democracia y establecer una república con nuestras leyes, -sonrisa amplia a pesar de la mugre de la barba.

– ¿Quiere decir, que cosifican a la mujer, implementarán castigos físicos, eliminarán a homosexuales y gente que se desvíe de lo que piensen, y el final a conseguir es la eliminación de la democracia, y la implementación de una república que aplique efectivamente lo que acabo de decir?

-Magnífico resumen, tendría que estar en nuestro partido.

-Malditos puercos, asesinos, salvajes, violadores, malditos seáis, Pérez, -grita Alfredo mientras llama al jefe de seguridad.

Este acude al momento, mira con asombro que es lo que sucede, el señor secretario nunca pierde la compostura, mira a los cuatro individuos que tiene enfrente.

-Señor secretario, ¿qué le sucede, en que le podemos ayudar?

-Detenga a estos puercos, carroñeros, pedazos de mierda, malditos seáis.

Uno de los hombres se acerca a Pérez, le pega la cara al oído, le susurra algo, la cara del jefe de seguridad cambia, mira con temor al secretario.

Se acerca a la mesa de Alfredo, susurra con miedo.

-Señoría, que son de carácter religioso, un partido religioso.

-Hostia, -es lo que responde Alfredo-, he metido la gamba.

-Eso me temo.

-Pero, no habían dicho nada.

-Son así, ¿qué quiere que le diga?

El jefe de seguridad se retira a una prudencial distancia, no tocaría a los cuatro ni con un palo de tres metros.

-No pasa nada, disculpen, -sonríe Alfredo, o lo intenta, sabe que tiene el puesto en equilibrio inestable-, me acaba de comunicar mi jefe de seguridad que es un partido religioso, ¿es eso cierto?

El de las barbas sonríe, la mugrienta barba se mueve.

-Sí, ¿no lo había imaginado?

-No, es que así, dicho en separado, pues…

– ¿Pues qué?, -grita ofendido el barbudo.

-Nada, nada, por mí es favorable la inscripción en el Registro de Nuevos Partidos.

-No esperaba menos, pero ha estado a punto de …

-Lo sé, lo sé, no debo de…

-Efectivamente, la religión, ya sabe, el respeto absoluto, no es una búsqueda de nada, es un dogma de fe, que debe de cuidarse, sobre todo.

-Sí, lo sé, -Alfredo firma, le da el papel-, ya están inscritos.

Mira cómo se marchan, se sienta, suspira, Pérez se acerca.

-Señoría, ¿a dónde hemos llegado?

-No Pérez, esto no es nada, lo que acabo de firmar ayudará a que lleguen a un lugar que no podemos ni imaginarnos, si tienes hijas, cuando veas que se acercan al poder, iros, yo ya las tengo fuera.

-Joder, Don Alfredo, no me asuste.

-No, haz como el resto, sigue comiéndote la mierda, que es incomible, y al final, ya sabes…

Pérez mira a los que se va, suspira, y piensa en cuanto le queda en el banco para mandar a sus hijas fuera, y sonríe, pensando que venían de otros países, en barcas, de cualquier manera, ahora, gracias a ellos, él se marchará de su país, y él tiene suerte, la que no tendrá los que se queden, pero a él…

Cualquier parecido con la realidad…eso, eso, que se me va la cabeza, es mentira…