Otro Cuento de Viejos…Supongo

Dicen que no hay quinto malo, eso supongo, pero a pesar de ello, este episodio, pues va para eso, no será, no me pesa, halagüeño, pues la vida, de por si dura, termina por ser una auténtica hija de la gran puta.

¿De qué hablo?, de que lo que parece duro, se convierte, sin descanso, en algo que no se puede, que no se debe de imaginar.

Pero imaginemos, figuremos en cabeza de tercero, en persona mayor, de género masculino, pues me es más afín, la situación que quiero describir, no por falta de datos, de posibilidades, sino porque quiero imaginarme ese día, que, aun no queriendo, llega a tu vida… inesperadamente, con certeza, con sutileza, con fuerza increíble.

“El piensa que el día ha llegado, le dieron algo de vida, se ha alargado, nunca lo suficiente, nunca lo deseado, pero pocas gotas de agua en la boca del sediento, son mares de gratitud, ¿a quién?, y sonríe con desgana, ¿un dios?, ¿que dios?, ese era cuando joven, cuando la esperanza…ahora, juntarse con todos y pedir que las enfermedades le dejen, que el dolor desaparezca, que la paga mengue menos, no, no quiere unirse a un dios de pedigüeños, lo que le han dado, es lo que hay, ¿ha sido corta, ha sido larga?, qué más da, ha toreado con lo que le han dado, desechos de tienta, con maldad y sabiduría, y ahora otros más, como si no hubiera tenido bastante, ¿Qué quiere decir?, coño, se dice para sí mismo, que me estoy muriendo, sin remisión, y ¿Qué me encontraré cuando llegue?, y siente que el cuerpo se le espina, se le eriza de miedo, traga saliva.

Se sienta en el pequeño escritorio que colocó en el lugar que ocupaba el tocador de su difunta esposa, que, si lo viera, lo mataría, sonríe con pena, ya no está, ¿Quién está?, ya no está nadie, la familia, como planta sin humedad, terminó por secarse, los nietos a pedir dinero, los hijos a proteger lo poco que tiene para que no se lo quiten los hermanos…es todo tan estúpido, tan lejano, la perspectiva es otra, la certeza de la muerte, te clarifica el momento en el que te encuentras.

Mira el papel.

“A quien corresponda, seas quien seas.

Esto no es testamento, es comanda, para aquel que al final, sino hay guerra, quede con los despojos del que fue su padre, pues aun a pesar de todo, os sigue queriendo, mal que me pese, pero olvidemos lo olvidable, que para un padre es todo.

Por favor, págale a Rosa, la del segundo, la de la floristería, dos ramos de claveles y uno de rosas rojas, no tengo dinero, pero tu madre se merece que aun en la tumba le demuestre lo mucho que la quería, y eso tenéis que pagarlo vosotros, que Rosa, favor que me ha hecho.

Siguiendo con lo mismo, ya que a ninguno os gusta la caza, dadle mi escopeta a Raimundo, que se le ha roto la suya, y es lo único que le hace seguir con ganas de vivir, no seáis rácanos, que no vale casi nada.

Las facturas de agua, luz, internet, de todo están al día, y algo de dinerillo en la cuenta, así que solo preocuparos de seguir manteniéndolas así.

Regad las plantas, eran de vuestra madre, y decidlo al que compre esto, que hará lo que le dé la gana, pero lo dicho, dicho está.

El frigorífico está en la últimas, como yo, no os molestéis en pelearos por él, así como por la tele.

Tengo mil euros guardados debajo de la cómoda vieja, el que lea esto que lo reparta con sus hermanos, y si no, será el cabrón de siempre, ¿no?, Felipe.

El anciano sonríe, casi no puede controlar la mano, pero tiene que esforzarse, no se le va a romper, y si se le rompe… nueva sonrisa, para lo que le queda.

Y, bueno, lo último, ya sabéis, al lado de madre, metedme en una caja de cartón, el dinero está, pero al lado de vuestra madre, que es lo único que me gustaría, de misas y eso, las gratis, que os conozco, tampoco me van a sacar de donde esté, así que…

Supongo que estaré mas acompañado que lo que es aquí, no es reprochar, es comentar, pero hijos míos, sed más humanos, a mí, ya no me hace falta, me he comido el dolor por no dar un ruido, pero sed humanos, por vosotros, por vuestros hijos…es tan larga y solitaria la vida del viejo.

Se despide de vosotros el que fue vuestro padre. No me hagáis autopsia, pero yo me muero cuando me sale.

El viejo sonríe, echa las dos pastillas, se las bebe, después se inyecta el propofol, el anestésico, no sentirá nada, lo sabe, lo ha hecho, lo ha visto, ahora le toca a él, se inyecta y sonríe, si algo de lo que le han prometido es cierto, ya mismo estará con su máquina de reñir, por muy lejos que estuviera, llegará, sonríe, deja caer la cabeza sobre el pequeño escritorio, y sonríe, como un imbécil sonríe…”

Así será en algunos casos, en otros…quien sabe, la vida sorprende, la vida destruye, la vida remata, y los viejos son los hijos que ya nadie quiere porque no tienen padres, porque no son necesarios, son los que miran ya sin ver, porque no lo necesitan, saben, conocen y callan, y el mundo sigue, cada vez más frio, más inhumano, más triste, más vacío, cada vez que un viejo, solo uno, se marcha al barrio que llaman de enfrente.